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Las delicadas reminiscencias del amor, traen sus plateados celajes á la noche sombría del remordimiento:—

« Ella creia que como antes,
« al ir á regar su huerta,
« se encontraria en la puerta
« una caja con diamantes.

Darnos á saborear así, en humilde décima, la obra jefe que ha desesperado á los traductores de todos los pueblos, es algo que debe engreir sus ambiciones de literato.

Debe Vd. estar salisfecho de si mismo, pues que ha llegado Vd. á dar carta de ciudadanía á una creacion prodijiosa, en que el cielo y la tierra, las fuerzas vivas de la naturaleza y las sobrenaturales del espiritu, toman una figura humana para hacerse palpables á la sensibilidad del vulgo.

Pero, permítame Vd., que temiendo ver esterilizarse en una mala via las dotes preciosas de su imajinacion, por el éxito de su Fausto, le someta una opinion que me ha inducido á escribirle estos renglones, robando un instante á un fárrago de papel sellado.

Amo la poesía popular, cuanto detesto la poesía académica, ficticia, de frase perfumada con aguas de Lubin.

La poesía popular es Homero, es Osian, la del ciego que vá cantando por las faldas del Himeto los recuerdos aun vivos de la hermosa Elena y del temible Aquiles, la del bardo que, entre las brumas de la Caledonia, dá cuerpo á las tradiciones en las figuras del heróico Fingal y la pálida Malvina.

La poesía popular no es la frase chillona y ágria del rancho. La india de los toldos es tan hija de la naturaleza como la Eva de la Biblia, recien formada de la costilla del hombre, ó como la Venus mitolójica, saliendo nubil de las espumas del mar, pero no serviria jamás de modelo á los pintores y á los estatuarios.

El gaucho se vá. Es una raza de centauros que desaparece. Hay en ellos grandes cualidades, grandes pasiones, orijinalidades características, costumbres pintorescas, materiales abundantes para la poesía. De ellos se puede decir tambien—« no dejan tras sí grandes ciudades ni monumentos que desafien al tiempo, pero han vivido, » han padecido, se han inmolado, dejan un tierno recuerdo, y los que recojan piadosamente sus últimos suspiros tienen derecho á la simpatia y al renombre.

Arroje Vd., pues, lejos de sí la guitarra del gaucho, que si á veces nos toca el corazon, en la puerta del rancho, á la luz de las estrellas, es porque en ciertos estados del alma basta una nota melodiosamente acentuada para conmovernos profundamente y acosarnos por mucho tiempo con su vago