Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/28

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te), y esta patria potestas se transmitía a manos del marido; la mujer tenía frente al marido la con- dición jurídica de una hija. Aristóteles acentúa la libertad de la mujer. La mujer romana estaba inscrita en el censo de los siervos; a la muerte del marido entraba en tutela de los parientes de aquél o de sus hijos mayores. Estos severos pre- ceptos estaban mitigados por la actuación inde- pendiente que correspondía a la mujer romana como señora de la casa. Horacio pudo ensalzar a las mujeres de los viejos severos tiempos dicien- do que, con la educación de sus hijos, habían vencido a Aníbal y Antíoco. Tal fué el respeto otorgado a las matronas en Roma, que el líctor mismo, que podía ordenar al propio padre del cónsul que se apartara del camino, no podía des- pedir a una matrona.

Al viejo tiempo corresponden las leyendas y las historias de Cornelia, Volumnia (la madre todopoderosa), de Lucrecia (según la cual, la cas- tidad es la virtud propia de la mujer), de Virgi- nia. En la época de Augusto se conocía exacta- mente el año en que desapareció la antigua cas- tidad romana. A la influencia griega, sobre todo a las victorias en Oriente, corresponde una nue- va orientación en las costumbres romanas. Al- gunos historiadores acusan sólo a la mujer; pero aquí, como en otras ocasiones, los hombres co- rrompieron a las mujeres, primero, y juntos con

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