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ALBERTO GHIRALDO

en esta tierra. Y aquí estoy, aquí me encuentro, como un ente perjudicial y dañino, sin otro rumbo que el del manicomio, el hospital ó el suicidio!...

Hubo un minuto de silencio, durante el cual se miraron los dos amigos como escrutándose el alma, mientras en las mesas vecinas estallaban, con intermitencias, carcajadas sonoras, prueba elocuente de la alegría y el buen humor que animaba á la mayoría de los frecuentadores de aquel amable sitio. En seguida:

—¡Bebe cerveza, niño! dijo el compañero que había escuchado, imperturbable, aquella confesión terrible. Y empuñando, con nervioso brío, su jarro recientemente lleno del líquido generoso, agregó sonriéndo siempre: después hablaremos de arte...