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ALBERTO GHIRALDO
como poseedora de una fuerza superior y única, anonadadora y terrible, jigantescamente humana. ¿Quién te guía? ¿Quién te impulsa, así, cruel y feroz, haciéndote marchar, desesperadamente, como si el ángel de la venganza ó el esterminio fuera, implacable, castigándote en la espalda?
¿Cómo explicar el fenómeno?—¡Fuego! ha dicho una voz. El miedo ha hablado. Fácil es observar luego el crecimiento de alas en los talones de la muchedumbre...