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MUJERES DE AMÉRICA

veza, siendo bastante buena la que se fabrica en el país.

El vino, sólo se consume en las diversiones particulares y en las fiestas públicas.

El caldo, la sopa hervida, la olla clásica de la cocina española, y un guiso ó dos, uno de ellos de carne de cerdo, á que hay gran afición, constituyen los platos de resistencia en las musas de las clases acomodadas.

En la del pueblo, se ven los fréjoles fritos y los guisos nacionales, en que el ajo y las especias representan un gran papel.

Las iglesias, á la hora de la misa, especialmente los domingos, y días de guardar, toman un curioso aspecto.

La falta de sillas, obliga á las mujeres, cansadas de estar de rodillas, á sentarse en el suelo: de allí nacen ciertas posturas y actitudes llenas de gracia que parecen naturales, pues la devoción está exenta de coquetería en Centro-América.

Al verlas recogidas inmóviles, apoyadas contra la pared ó contra una columna, con los párpados bajos ó la mirada perdida en las bóvedas del templo, podría tomárselas por estátuas de la meditación.

La señal de la cruz, que se trazan rápidamente en el rostro con los dedos, es el único movimiento con que demuestran su vitalidad.