Despechado el procaz galanteador, y subyugado por la insana é inmunda pasión que inspiraba á su sensualidad la bella huérfana; no menos despechado y herido en su amor propio el déspota Presidente, juraron tomar venganza en relación con el que suponían ultraje ó desafío á su omnímodo poder.
Hallábase Alfredo en su gabinete de estudio traduciendo una obra notable que acababa de recibir de Alemania; entreteníase la dichosa madre en los quehaceres domésticos, ambos entregados á las dulzuras de una apacible y regalada vida, sólo amargada por la insidiosa persecución del repugnante Juancia, cuando recibieron la tremenda nueva, de que dos soldados de la guardia, armados, buscaban á Alfredo, con encargo de llevarlo á la presencia del Presidente.
Un grito de terror resonó en la estancia, lanzado por la atribulada madre, Alfredo interrumpió la traducción, tomó el sombrero y reanimando el abatido espíritu de la madre, abandonó su casa, alta la frente, reposado el paso aparentando tranquilidad y confianza en el porvenir.
Es de suponer la escena que siguió á la detención, en el palacio presidencial, escena violenta, de suprema angustia para el gallardo joven.