dor característico de la raza felina.
Recobrada un instante la serenidad, pudo apercibirse nuestra heroína de la aflictiva situación de la leona y de sus deseos, expresados instintivamente. Hallábase ésta en el período culminante del parto y con ademanes harto elocentes—nada más elocuente que la Naturaleza en acción —demandaba auxilio á la visitante. Pronto respondió la Maldonado á tal requerimiento y su alma varonil se reveló ampliamente en trance tan insólito cuanto peligroso; que, á la postre, la grandeza de su espíritu, correspondía dignamente y corria parejas con la realeza selvática de la fiera á la que asistía,
Los instintos de ésta vencidos por el sufrimiento, por los intensos dolores del parto, quedaron también dominados por la gratitud, una vez pasado el duro trance y alentada por esta sumisión de la leona, permaneció la infeliz fugitiva algunos días en su compañía.
Pero esta situación no podía prolongarse, y transcurridas algunas semanas, sufriendo toda suerte de privaciones, alimentándose de raíces y de tubérculos montaraces, durmiendo apenas, pues el terror la mantenía en constante vigilia, y cuando preveyó que el precoz desarrollo de los cachorros ó la inminente llegada á la cueva, del errante león, le aseguraban una cierta é irremediable hecatombe, abandonó aque