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P. GINER

tenían á veces ni aun para pagar los gastos curiales sin acudir á la benignidad de un padrino.

Los gastos del ajuar, no eran como el dote de las Infantas; pero las penurias presentes adquirirían color rosado á los ojos de la pasión, y el porvenir se dibujaba aún más risueño.

La juventud arrojaba su manto de luz sobre el fondo del cuadro y había que capitular con los caprichos y con las locuras del amor.

Las cosas han cambiado de aspecto.

Se calcula. más friamente sobre las necesidades triviales, pero imperiosas, de una casa por establecer; se averigua si la dama de nuestros pensamientos no será, acaso, heredera de su tío.

Empieza á echarse un velo sobre la edad de la novia, si ésta tiene la suerte de figurar como propietaria en el registro de la contribución directa, ó en el Banco, como depositante.

Por lo demás, nada de esto es extraño. En la Argentina se obedece, como en todas partes, á las corrientes del progreso, y las matemáticas han desterrado los idilios.

Justo es recordar, en medio de tan mundanales miserias, que en el Plata, la mujer casada, se consagra casi siempre con santa abnegación á los cuidados de su marido y de sus hijos.

No confía la crianza de éstos á nodrizas que