go y el odio de su alma, contestaban con imprudente entusiasmo:
-¡Viva el nego Panchito Manssó!
Y toda la noche fué de lucha amarga, íntima, encarnizada. Varios soldados, los más impulsivos y menos buenos, pretendieron, ya agotados todos los medios medios persuasivos de paz, forzarlas, para arrancarles, aunque fuera robado, un placer; pero las indias se cortaban las venas, y concluían por morir haciendo un agónico esfuerzo de resistencia.
A la madrugada siguiente se supo que ocho indias se habían suicidado trágicamente, y que de las restantes, ni una sola quiso ceder.
Este episodio, que deberes y miramientos políticos tuvieron oculto con muy buen tino, pues su publicidad sólo hubiera acarreado más odios y más lucha, es una prueba plena y grande del carácter de la mujer del Camagüey, la más hermosa, la más entera, la más admirable de las mujeres que pueblan la isla de Cuba. Después de estos dos tipos de mujer hay otro que carece de importancia social; la guajira del interior, hembra sin alicientes físicos ni morales, sin cultura, sin pudor, sin esa coquetería íntima ingénita en toda hembra, que las obliga á ser aseadas, pudorosas y deseables: ésta es, por lo común, repulsiva y va
ataviada con suciedad y sin gusto; el falde
