nes del mismo año 1810, pasó á Madrid con el propósito de fijar allí su residencia.
En esta capital empezó verdaderamente la popularidad de la poetisa, que hasta entonces se había modestamente ocultado bajo el pseudónimo de La Peregrina.
Dióse á conocer, primeramente, en los salones del Liceo que acababa de fundarse en el palacio de los duques de Villahermosa, y principió á publicar, por entregas, sus poesías líricas, las que formaban una bonita colección, en octavo, dos años después.
En los salones de aquel Liceo, contrajo relaciones de amistad, con el insigne literato Juan Nicasio Gallego, de quien fué después, digna discípula, y á su acertada dirección atribuyen muchos la corrección en las poesías y formación de gusto de la Avellaneda.
Ya sus primeras composiciones líricas, publicadas en Madrid, merecieron los más cumplidos elogios, así del citado severo maestro, como después de los conocidos literatos Lista, Quintana, Pastor Díaz y otros, quienes ya no dudaron en llamarla uno de los primeros poetas españoles.
Desde el año 1841 al 1842, escribió en Madrid las siguientes novelas: «Dos Mujeres,» cuyo segundo tomo, según un eminente escritor, es de lo mejor que se ha escrito en España,
