vidad ni prurito alguno de sobresalir; le da miedo ser excepción; su anhelo es vivir exclusivamente para el hogar doméstico, para la familia no hay una que aspire á la publicidad: es lo más femenina que se concibe: eso que hemos dado en llamar los sociólogos de guardarropía «emancipación de la mujer», no ha de tener en Puerto Rico nunca ambiente ni aceptación: odian la política, la popularidad, ni por asomo se les ocurre ser poetisas, artistas, pensadoras; adoran el pacífico incógnito del montón, del medio ambiente: su ensueño de toda la vida es el amor, ya sea paternal, ya conyugal, ya filial.
Y es rara esta aversión que profesan al feminismo moderno, feminismo que tiende á varonizar á la mujer intelectual y socialmente; raro porque precisamente la mujer de Puerto Rico está algo sajonizada, admira á Inglaterra y á Norte América con marcada predilección: ya de muy antiguo el pueblo, aunque educado á la latina, tenía predilecciones sajonas, y en norte América y en la Gran Bretaña es donde ha tomado cuerpo la idea moderna de emancipar á la mujer, cosa que podrá ser muy progresiva y muy democrática, pero que tiene algo de cruel, porque le resta delicadeza, sugestión y encanto al sexo, pues la ternura femenina vale más y es más bella y dulce para la vida dichosa de la Humanidad, que la lira
