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MUJERES DE AMÉRICA

Trascurrieron dos, cuatro, seis meses, y el tiempo, que es la esponja maravillosa que borra de la memoria humana los acontecimientos de más resonancia, borró en la de los vecinos de Copiapó el suceso triste de los dos compadres.

Un cierto día, al caer la tarde, movióse gran alarma en el pueblo. La guardia, había capturado en las inmediaciones de Copiapó, á un bandido de celebridad tristísima, cuyas inhumanas hazañas habían, muchas veces, consternado á los tranquilos moradores de la ciudad y de sus alrededores.

La oleada popular, rodeaba al criminal, denostándolo, arrojándole piedras y pretendiendo lincharlo, viéndose en grave apuro sus custodios, para contener la furia de la muchedumbre y aun librarse del pedregal que sobre ellos caía.

Encerrado que fué en obscuro calabozo, confesó, cediendo á las torturas á que le sometieron los jueces, todos sus delitos, y entre ellos, se acusó del asesinato del hebreo Samuel; más todavía: declaró que, á no haber sido ajusticiados los compadres, tenían él y sus cómplices el proyecto de robar y asesinar á éstos.

Trató de ocultar el tribunal que sentenció á los compadres, su tremendo error; pero, al fin, fué sabido del pueblo y éste, que no podía condenarse á sí mismo se revolvió airado y