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Al afirmar la innegable dependencia que subordina la palabra á la idea, no voy tan lejos que piense y asiente que los lógicos y los filósofos construyen las lenguas; éstas son el resultado de la labor impersonal de los pueblos, los cuales, sin embargo, son colectividades de lógicos y filósofos inconscientes.

En el proceso y constantes modificaciones de los idiomas toman parte muy principal dos agentes: el psicológico ó inconsciente, y el lógico y consciente.

Por agente psicológico entiendo el instinto del pueblo que hace brotar de los labios de éste la frase espontánea y muchas veces gráfica, que expresa lo que más vivamente hiere la imaginación ó el sentimiento; y por agente lógico el criterio de los doctos, que lima y castiga la locución popular.

A las veces ambos están concordes; pero con frecuencia se suscitan entre uno y otro graves conflictos: pudieran citarse á este propósito algunos usos del relativo cuyo y aquellas otras construcciones en que se aplica un solo complemento ó régimen á pala- bras que le piden diverso.

El agente lógico exige que cada voz lleve su régimen propio; el agente psicológico adjudica á las dos palabras el complemento que pide la más inmediata.

En el uso del hipérbaton se sacrifica muchas veces á la expresión de loa afectos la enunciación ordenada y lógica de las ideas y de los raciocinios.

Someramente queda indicado cómo influyen las ciencias psicológicas en el proceso de las lenguas en general y de la nuestra en particular; no es menos palmaria la influencia de la gramática histórica en la gramática actual; puesto que las formas analógicas y sintácticas del habla contemporánea se explican por las que prevalecieron en edades pasadas, y que ejerciendo su acción al través de los siglos, la hacen sentir en la lengua, tal como hoy la hablamos.

Así el uso del articulo el antes de ciertos nombres femeninos halla explicación cumplida en la forma ela que antiguamente tuvo esta parte do la oración; y las flexiones casuales li, li, del pro- nombre personal nos dan razón de las actuales le y les, dativos de los nominativos ella y ellas.

Las consideraciones expuestas me han inducido á no perder de vista las formas por donde han pasado algunas de nueslras voces y construcciones.