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CAPITULO I.


I.


Una multitud de embarcaciones cruzaba sin cesar por la bahia de Cádiz. La causa de esta animacion era catorce carabelas, ancladas al rededor de tres grandes carracas, de las cuales la mayor, llamada Marigalante, con bandera de capitana, contenia á su bordo los primeros elementos de una colonizacion.

Ademas de los víveres y plantones, trigo, avena, legumbres y centeno para sembrar las tierras, habia hecho embarcar el almirante, ganado, caballos para semilla, instrumentos de agricultura, hierro, ladrillos, cal etc.

Sin contar el estado mayor, los relijiosos, los soldados, labradores, jardineros, herreros, carpinteros, albañiles y criados de servicio, formando un efectivo de quinientos hombres, pagados por la corona,[1] un gran número de individuos de todas edades y clases, alucinados con las rejiones de la especeria y del oro, solicitaban el favor de que los llevasen á ellas, pagando su viaje. No pudieron admitirse mas que setecientos, que fueron repartidos en las carabelas; pero tal era el frenesí de oro, que mas de trescientos aventureros se ocultaron en los buques, agazapándose entre la carga, y algunos hasta en la bodega. ¡Qué contraste entre la consternacion y las

  1. Oviedo y Valdes. Historia jeneral de las Indias, lib. II. cap. VIII.