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más importantes papeles fueron conservados, y todos ellos existen hoy en nuestro archivo.

La primera noticia de la existencia de estos papeles, fué la aparición de la famosa carta á Bolívar, comunicada por el mismo San Martín y publicada en francés por el capitán La-fond, que proyecto la primera luz sobre la misteriosa conferencia de Guayaquil en que los dos grandes libertadores de la América Meridional se abrazaron y se repelieron por la primera y última vez. Posteriormente, los Sres. Alberdi, Barros Arana y Vicuña Mackenna, hicieron conocer algunos documentos del archivo del General, conservados y comunicados por su hijo político el Sr. Mariano Balcarce. Gran parte de esos papeles pasaron á nuestras manos por donación del señor Balcarce, reservándose otros de que creía no deber desprenderse en vida, según la voluntad del testador; pero dispuso, que después de sus días me fuesen entregados como un legado histórico, en la confianza, según nos dijo entonces, de que haría de ellos un uso discreto. A la espera de estos documentos creí en conciencia deber interrumpir mi obra, y esta es una de las causas, entre otras varias que son de notoriedad, del retardo de su continuación, que hoy en posesión de todos los datos necesarios he proseguido.

La voluntad postuma del Sr. Balcarce fué cumplida por su hija la señora Dª.Josefa Balcarce y San Martín de Gutiérrez Estrada, nieta de los dos hombres ilustres de la historia argentina cuyos apellidos lleva, la cual me remitió desde París en 1885 y 1886 numerosos legajos de documentos manuscritos y de impresos curiosos de la época de la revolución conexos con San Martín. Al confiarme esos papeles esta distinguida señora, me decía, que «dejaba á mi discernimiento decidir los que fuesen de verdadera utilidad y los que debieran destruirse». Felizmente, entre ellos no hay papeles que deban ser destruidos, habiendo sin duda tenido su primitivo poseedor la generosidad de hacerlo él mismo con los que pudieran comprometer á otros, como lo acostumbró hacer magnánimamente en medio de su poderío aún respecto de sus enemigos, conservando únicamente los que pudiesen ser útiles para la historia, y si hay alguno que pueda perjudicar aisladamente la memoria de un individuo, debe respetarse su voluntad al conservarlo, así como los que no le favorecen.

Sólo una parte de este archivo estaba arreglado por el