treabierto; silba un aire alegre y fuma un cigarro.
— ¡Ahora vas a conocer al pavo y al panzudo! ¡Aguarda un ratito!—se dice Turmanof.
Degtiaref se acerca al jarrón y mete en él la mano.
León Savitch se incorpora, devorándole con los ojos. El joven extrae del jarrón un pequeño paquete, lo inspecciona por todos los lados, encogiéndose de hombros, y lo abre, vacilante... De nuevo se encoge de hombros y el asombro se dibuja en sus facciones. El paquete contiene dos billetes de cien rublos. Durante largo rato contempla Degtiaref los billetes; finalmente, sin dejar de encogerse de hombros, se mete los rublos en el bolsillo y exclama:
—Muchas gracias.
El desgraciado León Savitch oye esta frase. Luego se pasa toda la noche delante de la tienda de Dulinof, amenazándole con los puños cerrados y murmurando con indignación:
—¡Cobarde! ¡Tendero infame! ¡Alma de liebre!... ¡Cobarde!...