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DIEGO DE ROSALES.

estas piedras es una paga y cada muerte se compone con diez pagas. Y si el matador no las tiene, se las han de dar forzosamente sus parientes para salir de aquel empeño, por ser causa de toda la parentela y uso entre ellos que lo que no puede uno pagar, se lo ayuden a pagar los parientes, oy por mi, mañana por ti.

Y si aconteze hazerse uno valiente y no quiere pagar o porque lo echa a la oja, o porque siente que no le debe, no le hazen nada ni ay justicia que le obligue a pagar, ni los caciques tienen coaccion para ello. Pero no lo va a pagar al otro mundo, porque en otra borrachera, en calentándose la cabeza, los parientes de el muerto le dan en la cabeza. Y si eran muchas las muertes que se debian a la parentela o una Provincia a otra y no las han querido pagar con llancas, las pagan á lanzadas, porque despues de los brindis se embisten y matan los agraviados en aquella borrachera otros tantos quantos les mataron en la passada. Y assi siempre andan en guerras civiles, y sus bailes y fiestas acaban en llantos, como los entremeses con palos. Y a ninguno le ahorcan o quitan la vida por muerte ninguna, aunque se dé a un cacique, por no tener justicias entre si y porque los parientes de el muerto dizen: que qué provecho tienen ellos de que al matador le ahorquen, que no quieren otra justicia sino que les pague la muerte y con la hazienda les restaure el daño.

Quando pelean dos solos en las borracheras o en sus juegos es cosa graciosa el verlos, porque si el uno comienza primero a dar al otro de puñadas, se está quedo sin resistirle ni repararlas, ni cubrir el rostro, antes le está diziendo: dame, dame mas. Y en cansándose el otro de darle, le dize: tienes mas que darme? míralo bien, dame mas. Y si dize que no tiene mas que darle, se escupe las manos el que ha recevido y se las refriega muy bien, y luego le da de puñetes hasta que se harta y le llena las medidas, sin que el otro se defienda, ni le huya el rostro, ni se quexe por mas que le dé.

Y son tan barbaros que aun con los cuchillos suelen tener este mismo modo de pelear, que en aviendo dado el uno al otro las puñaladas que ha querido y sufrídoselas sin menear pie ni mano le dize: tienes mas que dar? y en diziendo nó, se levanta, y chorreando sangre como está, le pide el cuchillo con que le ha dado quantas heridas ha querido, y le dize: pues recibe tu ahora, y le da otras tantas puñaladas o las que le parece, y con esto se acaba la pelea y se va a curar cada uno. Y su cura ordinaria es lavarse con agua fria y meterse en las heridas algunas yerbas medicinales, que no saben de otras curas ni tienen ciruxanos ni boticas. No pelean por las leyes de el duelo, que no tienen ninguna, ni entre ellos es afrenta bofetada, ni palo, ni sombrerazo, ni el mentis. Ni vengan con muerte mas que la muerte y el adulterio, quando el matador y el adúltero no quieren pagar la muerte y el adulterio, que si se reducen a pagar a los agraviados, en pagando quedan tan amigos como antes y beben juntos, y entre año no se acuerdan de los rencores ni ay riñas sino quando beben.

En el repartimiento y distribucion de los despojos en la guerra, de armas, caballos, ganados, ropa o cautivos, no ay mas ley ni orden que la buena maña que uno se da a coger y a aprovecharse de la pressa, porque entre ellos el que pilla pilla y el que llega primero a coger una cosa o la señala, se la lleba, sin obligacion de quintar ni de dar cosa alguna al Toqui general ni al capitan, ni repartir entre los que guardan el vagage, porque no le tienen, y