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gos—así llamaban á toda afección del corazón,—á la tisis, calentura, á la parálisis ó sea la perlesía, aire y hora, al pasmo, al aire colado, al constipado, al antojo etc, que eran otros tantos factores muy tomados en cuenta y generalizados á toda enfermedad.

Las afecciones del hígado, el reumatismo—corrimientos—los tabardillos, las paguachas,—tumores—los vichos—las enfermedades del vientre—las pulmonías y tisis, fueron estados patológicos comunes durante los siglos XVI á XVIII.


§ III.


La terapéutica colonial tuvo que adolecer de los defectos propios y correlativos de los mismos sistemas y teorías en que estaban basados.

Lo maravilloso al lado de lo práctico y racional, marcharon siempre en consorcio en los recetarios y medicaciones.

Así vemos que las palabras pitagóricas se usaron para curar las fracturas y luxaciones, y el aceite hirviendo [1] en las heridas, a pesar de su condenación por Ambrosio Paré un siglo antes, junto con la taumaturgia de Paracelso, los polvos de

  1. En la. Híst. Gral. de Chile, de Barros Arana, se dice lo siguiente, sobre una operación que se hacía, en castigo, á los indios y cuyas heridas eran curadas con sebo hirviendo:

    «El virrei don Francisco de Toledo, que por su parte era mucho menos caritativo que el rei con los indíjenas, i que cometió con los indios peruanos actos de la mas dura crueldad, habia dado a este respecto instrucciones un poco diferentes. «El castigo de los indios rebelados, escribía en marzo de 1574 a la real audiencia de Chile, se haga en algunas cabezas por la órden que mas pareciere que serán atemorizados los enemigos, i que los demas no sean castigados a cuchillo sino trasladados a la provincia de Coquimbo, desgobernándolos, como se dice, para que allí puedan sacar oro para los soldados que mantienen la guerra.» Cuando en 6 de marzo del mismo año nombró a Rodrigo de Quiroga jeneral en jefe del ejército de Chile, lo autorizó espresamente para que pudiendo sujetar «algun buen golpe de indios rebeldes, agora sea combatiendo multitud de ellos o en cabalgadas o facciones particulares, pueda traer hasta seiscientos o setecientos a la provincia de Coquimbo para que asegurándolos de la fuga con desgobernallos de un pié, puedan andar en las minas de oro i sacar con que se pueda mejor sustentar la guerra i pagar los soldados con ménos vejacion i molestia de los subditos i vasallos de S. M.» Desgobernar a un indio, en el lenguaje de los conquistadores, era cortarle el pié poco ántes del nacimiento de los dedos; esta bárbara operación ejecutada frecuentemente sobre los prisioneros de guerra, o sobre los indios de servicío que se habian fugado, los reducia a un estado de invalidez que casi no les permitia volver a la guerra i que los reducia a servir en las faenas