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sición. El bezoar americano, aunque menos estimado en Europa, era objeto de un valioso comercio que esplotaban los españoles. Casi es innecesario decir que en nuestro tiempo nadie cree en el poder medical de los bezoares; y que sólo se les conserva como objetos de curiosidad en los museos de historia natural. »

Martinez de Bernabé, en su «Verdad en Campaña», explica también que piedras bezoares más apreciadas son las que se encuentran en los ventrículos de los guanacos, y que servían da buen comercio entre los indios araucanos, principalmente entre los pehuenches, por ser más grandes y más codiciadas las que se encontraban en los animales de este último territorio que la de los dantas y otros animales del Perú y reinos del norte.

El padre jesuíta José de Acosta [1] dice que el uso principal de la piedra bezoar es contra venenos, y que aunque algunos creen que dicha piedra «es cosa de aire,» de ilusión, no obstante otros hacen milagros con ella. Agrega que en España é Italia, ha probado admirablemente en el mal de tabardillo como en el del corazón, melancolía y calenturas pestíferas, administrada en vino, en vinagre, en agua de azahar, en agua de lengua de buey, de borrajas etc. á elección, según conviniese á la calidad del mal.

El padre Rosales dice que la bezoar es un gran expulsivo de los venenos, y el padre Cobo [2] escribía en 1653 que se había encontrado en el Perú una piedra bezoar de un jeme de largo y del ancho de un huevo de gallina que tenia atravezada una saeta formando ambos una sola pieza compacta.

Las Tablas fisionómicas, tuvieron su boga en la era colonial, dado el carácter de su autor el padre Feyjó. [3] De dichos cuadros sacamos el resumente siguiente:

Primera tabla, en que se ponen los significantes del temperamento.

Segunda tabla, donde se pone lo que significa en particular el cuerpo y cada parte suya.

Tercera tabla, en que se pone separada la colección de sigilos de cada significado particular.

En el primer cuadro divide el temperamento en sanguíneo, ó acreo; colérico ó igneo; flemático ó aqueo; y melancólico, ó terreo; dando, á cada caso, las explicaciones relativas á la habitud del cuerpo externo, á la cara, voz y pulso, y diversas peculiaridades,

  1. Historia moral y natural de los indios—por el jesuíta José de Acosta.
  2. Historia del nuevo mundo, por el padre Bernabé Cobo, de la Compañía de Jesús.—Publ. en Servilla en 1890.
  3. Obras del padre Gerómnio Feyjó—Benedictino.