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Respecto á la inmediata asistencia á los enfermos, jamás se guien por la indigna y pusilánime doctrina de la conveniencia individual, porque en toda conducta humana no hay mas que dos caminos: el malo y el bueno; por consiguiente, nunca permitan consideraciones personales que impidan la ejecución de medidas que, su razón y la experiencia dictan como precisas, aunque usándolas se expongan á censuras abiertas ó secretas insinuaciones.

Ningún hombre, dice un célebre autor inglés, debe practicar la medicina sino está siempre preparado para sacrificar su reputación profesional á la ventura de salvar la vida de su paciente.

No podemos siempre conseguir buen suceso, aún en casos de poca gravedad, y cuando erramos en los que son verdaderamente dudosos ó importantes, el mejor consuelo es haber hecho, según conciencia, todo lo que podemos.

Conserven en su memeria el adagio: Virtus et perseverantia impedimenta omnia postremo vincent.»


§ III.


La solemne inauguración de la escuela médica, acto precursor de la cima brillante en que vive la medicina moderna, se halla vinculada, no sólo á la acción del gobierno y del primer profesorado, sino también á la pléyade de jóvenes que venciendo las resistencias que oprimían la marcha del Instituto, decidieron aunar sus esfuerzos y poderosas voluntades, formando el primer cuadro de alumnos con que se inició el aprendizaje de la medicina, en nuestra patria.

He aquí la nómina de esta digna juventud:

Diego Aranda
Luis Ballester
Juan Cruz Carmona
Manuel Carmona
Juan Mackenna
Francisco Rodríguez
Enrique Salmón, y
Francisco Javier Tocornal

Se incorporaron á este primer curso los alumnos:

Martin Abello
Vicente Mesías, y
Bartolomé Morán,