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La influencia de los hechiceros y médicos indígenas, y sus perversas y escandalosas costumbres; al lado de algunos usos higiénicos ó de verdadero valor médico que sabian emplear, tienen análoga historia en todo el continente americano, desde los araucanos hasta loa algonquines del norte [1].

Estas prácticas unviersales conservadas por el fanatismo y la ignorancia al través de las jeneraciones, son fomentadas por los mismos interesados, por los mistificadores que así hacen creer á las masas, según dice Réville[2], «que ellos son los hombres excepcionales que mantienen relaciones personales é intimas con los espíritus, que están poseídos por ellos, que se consideran sus instrumentos voluntarios ó involuntarios, á veces dirigidos por ellos, ó dirigiéndoles á su vez, médicos en las enfermedades, encantadores de amuletos, adivinos del porvenir, reveladores de los secretos, denunciadores de los culpables, autores de la lluvia y del buen tiempo, siendo alternativamente, sacerdotes, médicos, sabios, profetas, artistas y poetas».

Todos los indios han profesado respeto por estas castas, salvo raras excepciones, como por ejemplo, entre los chiquitos y yuracarés que les profesaban odio y hasta atentaban contra sus vidas, cuando podían quedar impunes.

El ceremonial de sus actuaciones es más ó menos análogo entre los indios del continente.

Entre los imbocobis, tobas, puelches, payaguas y demás tribus de allende los Andes, el médico visitaba á sus enfermos adornado de una gran corbata de estopa que le llegaba á la cintura, y provisto de una pipa de greda y varias calabazas, que le servían para echar el humo de las pipas, al son de ruidos descompasados hechos con la boca y los pies y saltos agitados al rededor del lecho del enfermo que yacía de espaldas con la boca al cielo, esperando que se ahuyentase el mal.

Los indios dacotas agregaban á estas ceremonias largos cánticos de acento lúgubre que, para ellos, servían de base principal en su curaciones.

Otros indios como los timbúes, caracaes, guaycurúes, poyas, albayos, guaraníes, moxos, caywavas, husones, cricks, etc., etc., han efectuado estos extraños simbolismos, con extravagancias y ridiculeces de detalle que no alteran la fisionomia general del sistema que expondremos, más detalladamente, á continuación, al tratar de las prácticas araucanas. Sin embargo, hay que hacer una excepción de los indios mexicanos, donde el sistema sobrenatural no desempeñó tan primordial papel, debido á la influen-

  1. Les Origines de la Civilisatión.-John Lubbock
  2. Histoire des religions des peuples non civilisés.-Por Albert Réville, vol. II.- Paris 1883