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tor y profesores guantes blancos, gorras de terciopelo, bonetes etc. [1]

El último número del programa era una suculenta cena que debía dejar satisfechos á todos los doctores asistentes so pena de perder los 200 pesos de la garantía, anteriormente depositados.

Durante todo el día de la fiesta, el nuevo doctor tenía derecho á colocar, sobre la puerta de su casa, el escudo de armas del rey.

  1. En una memoria sobre «La Universidad de San Felipe»,—del año 1874—publicada por don Miguel Luis Amunátegui, y cuyos datos los tomó de diversos archivos y manuscritos coloniales, se dan á conocer algunos datos curiosos á este respecto. Los regalos que cada candidato, debía hacer, eran los siguientes;

    2 pares de guantes al rector, y 1 á cada uno de los doctores y bedeles, y al director del acompañamiento.

    1 bonete de terciopelo á los rectores que fuesen eclesiásticos, y 1 gorra del mismo género, si eran seglares.

    Se distribuían así mismo las propinas en dinero que estaban asignadas á todos aquellos personajes.

    «Y el rector y doctores, se irán como vinieron, por las calles que al rector pareciere, á casa del graduando donde dará comida, siendo primero visto por el doctor diputado para que sea decente, y de los servicios que en ella hubiere se dé su plato á cada doctor de manera que lo pueda dar ó enviar á quien le pareciere, y á la mesa de los doctores no se sienten sino personas graves cual al rector pareciere.»

    Se mandaban todavía los regalos siguientes á cada uno de los obsequiados;

    Al rector, doce gallinas y ocho libras de colación.

    Al maestre escuela, ocho gallinas y seis libras de colación.

    A cada uno de los doctores, seis gallinas y cuatro libras de colación.

    A cada maestro en artes, tres gallinas y dos libras de colación.

    A cada uno de los bedeles, dos libras de colación.

    Existe un recibo firmado por el Dr. Agustín Seco, en 24 de Marzo de 1794, en que consta que el Dr. Eusebio Oliva gastó sólo en dulces y helados la suma de 129 pesos, y que fueron consumidos durante la función secreta de su grado. Todas estas ceremonias costaban al rededor de 600 pesos.

    Afortunadamente, el grado de doctor que era necesario para las funciones docentes no lo era para el ejercicio profesional; además el claustro universitario dispensó muchas veces todas estas ceremonias que no podían sostener los doctorandos pobres ó miembros de algún convento.