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sen el favor de darle las bulas viejas, para envolver los remedios. [1]

Muy pocos nombres de farmacéuticos se conocen durante los tres siglos del reino y de éstos bien pocos son los que merecen un recuerdo.

Los que más sobresalieron fueron los médicos que se dedicaron á este trabajo, por prohibírseles ambas profesiones, y algunos como el protoboticario García, el médico práctico presbítero Alvarez, y los facultativos Roquán y Rodenas que durante largos años se dedicaron á este servicio.

Desde 1706 á 1710, sirvió á satisfacción el puesto de boticario del hospital, el valenciano Antonio Vidal, que dejó el empleo para establecerse con una botica propia. En la calle del Rey, Josef del Castillo, sirvió su botica con algún éxito por aquella fecha.[2]

Por lo común, los boticarios más experimentados fueron los frailes hospitalarios que ejercían este oficio, y los mismos médicos que, en los pueblos lejanos y campañas, se veían obligados á despachar sus recetas por falta de aquellos.

Los conocimientos de química que poseían los médicos, eran bien escasos, y casi nulos los de los boticarios.

    haber otra botica, la pueden tener con que, dentro de un año, que se cuente desde que saliere el primer navio de los puertos de estas costas, traigan boticario seglar examinado que dé recaudo en dicha botica, sin perjuicio de que, si quisiere otra cualquier persona en quien concurran las partes y calidades de derecho usar y tener botica, pueda libremente, con apercibimiento que, si no lo trajeren dentro de un año, se proveerá lo que convenga.

    El señor don Bernardino de Figueroa fué de parecer que se declare no haber lugar la nulidad pedida por el üscal de la venta hecha por Andrés Ruiz Correa, ni lo pedido por el dicho señor fiscal en cuanto á que cierren la botica, sino que pueden libremente usar de ella; y que esta real audiencia la visite cada y cuando que le pareciere.

    Y salió por el voto de dichos señores.»

    Siempre que se trataba de clausurar ó poner trabas á esta botica la opinión pública condenaba tales procederes, temerosa de caer en manos de los hijos de Bilbao, salvo honrosas excepciones. De aquí nace la popularidad que tuvo en el siglo XVIII la siguiente cuarteta de don Juan de Triarte:

       Los golpes que el boticario
    Da en su almiréz ó mortero
    Los dobles primeros son
    Que anuncian cualquier entierro...

  1. Arch. del M. del I.—Vol. 571.
  2. Tenemos á la vista una cuenta pasada por este boticario al prior fray Cipriano Suarez de Cantillana, cobrándole la suma de 445 pesos y 6 reales por 183 recetas depachadas para el hospital, desde el 7 de Enero hasta el 16 de Julio de 1712.