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infestadas, y el uso del famoso vinagre llamado de los cuatro ladrones, que tanta boga alcanzó en la colonia, y enseña todavía el arreglo metódico de la vida, el uso de alimentos «suculentos y dulces», baños de medio cuerpo en agua templada en invierno, y en agua fria en verano, etc., y una cantidad de indicaciones oportunas que fueron de provechosa utilidad en aquellos días en que dominaba el pánico, tanto entre los conquistadores como entre los indios araucanos, agobiados por la peste.

Este informe, lo publicamos, en este lugar, por su atingen-

    tacto de las personas, no puede ser a menos que se levante el entredicho puesto a la comunicacion de la jente de tierra y la de a bordo, tampoco por uso de las cosas inanimadas, porque, por lo mismo de que no se comunican esas jentes, no pueden pasar de unas a otras manos las cosas de su uso. Resta solo desvanecer el temor de la comunicacion del ayre corrompido o contajiado.

    Ya se dixo arriba que de dos modos se propagaba el contajio por la inspiración del ayre infecto de él. Si el contajio es de una epidemia pestilencial se contamina todo el ayre de una provincia, ó de una ciudad, y no estamos en este caso, porque las Virhuelas de que se trata solo tienen por objeto a algunos sujetos de la tripulacion de un navío, y estando estos en una Isla distante doze millas de la ciudad de la Concepcion, y seis del puerto de Talcahuano, con la circunstancia de estar dicha Isla a sotabento de ambos lugares, no debe rezelarse que se propague el contajio, y es la razon de todo; porque los corpúsculos, ó miasmas contajiosos, que nadan en el ayre en una epidemia pestilencial son mas tenaces, como que unidos unos a otros resisten mas el choque de las vibraciones del ayre, y asi son aptos para hazer llevados a partes mas distantes; pero los mismos cuerpecillos de un contajio particular sujeto en pocas personas son mas benignos porque siendo menos en cantidad son mas desunidos, y disueltos en el ayre en que nadan, y este como menstruo aparente para atenuarlos los divide y desvanece prontamente. De aquí es que no permitiendo que la gente de tierra baya a la Isla de Quiriquina o a bordo del San Pedro Alcántara no ay que temer se agan participantes del ayre contajiado.

    Este convencimiento que producen las razones sobre dichas se apoya en dos ejemplares que tienen en la Concepcion no muy antiguos. Desde el año 1760 al de 764 han acometido a aquel territorio dos veces las Virhuelas. La primera fueron conducidas por un navio de Lima y se tomó la providencia de que los enfermos de ellas se pusieran en la Quiriquina destinando para su asistencia a Fr. Joseph Izaguirre Religioso del Orden de N. P. S. Juan de Dios y a N. Zafra soldado de Dragon de los de la dotación de la Frontera; quráronse los Enfermos, hísose pasar al buque quarentena en la boca Chica, y no se propagó el contajio. La segunda, aparecieron las Virhuelas en la mesma ciudad impensadamente; sacáronse los enfermos a Coyhueco (que es una haziendiila, que tiene el hospital como dos leguas distante de la ciudad azia la ciudad arruinada, curáronse con asistencia del mismo religioso, aunque solo se salvó uno de tres o quatro que fueron; pero se ebitó la propagación del contajio. Estos sucesos en materia tan memorable para los avitadores de la Concepcion deven serles mas notorios que a nosotros, y por lo tanto deven aquietarse en la ocacion, acompañando su memoria de las razones dichas, que fundan,