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La bola de fuego, epidemia de grippe, seguramente, atemorizó al pueblo, en 1737, [1] dando ocasión á mil incidentes y supercherías que supieron aprovechar los curanderos y hechiceros. El presidente José Antonio Manso de Velazco tomó todas las providencias sobre higiene preventiva que se conocían en el país, para aminorar los estragos del mal, que terminó—según el vulgo—con la caída de la bola—un aereolito que coincidió con la desaparición epidémica—á una isla desierta del archipiélago austral.[2]

En 1752, dice el Dr. Pringle, en sus «Memorias sobre Enfermedades del Ejército» que recorrió la mayor parte de Europa un catarro que fué muy dañoso en Bruselas y al cual, dicho autor, denomina influenza ó grippe' y califica como una calentura de corta duración acompañada de un catarro violento. Esta enfermedad se generalizó en América en aquel mismo año.

En 1758, volvió la grippe con gran fuerza conocida ya con el nombre de quebrantahuesos.

El Malsito, llamaron á otra enfermedad epidémica, que atacó á las ciudades de Santiago y Concepción que, por ser los centros más poblados, sufrieron con mayor rigor los efectos de este contagioso mal.[3] En la casa de huérfanos de la capital, se asistieron 3978 mujeres desde Octubre de 1779 hasta el 21 de Enero de 1780, según lo indicó el director de dicho servicio el rejidor don José Miguel Prado. Hubo que dividir la ciudad en cuatro cuarteles sanitarios á cargo de diputados que vijiliaban la asistencia pública. En la imposibilidad de atender á todos los enfermos hubo que habilitarse dos hospitales provisorios, uno de hombres en el noviciado de los jesuítas y otros de mujeres en la casa de huérfanos. Se distinguió en esta humanitaria campaña don Diego Portales, abuelo del histórico ministro, que durante la epidemia no dejó un solo dia de asistir á los pacientes y auxiliarlos, siguiendo después su obra como mayordomo del hospital de mujeres y de la construcción del real hospital de San Borja, puestos que desempeñó caritativa y desinteresadamente.

  1. El historiador Perez García dála fecha de 1737; don Claudio Gay, en su Hist. Civ. y Polit, de Chile—t. 3.° fija para esta epidemia el año 1743.
  2. Ensayo histórico sobre el clima de Chile, etc, por B. Vicuña M.—Ob. cit.
  3. No está bien caracterizada esta epidemia; algunos la atribuyen á contagio traído por la escuadra del Almirante Vaccaro, á Talcahuano, otros á una descomposición atmosférica por un gran aluvión seguido de sequía, y en tanto que se le ha dado la fisonomía gripal hay quienes le dan forma de fiebre amarilla, importada del Perú, y otros de tifus fever.