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Hemos repetido en extenso las opiniones del primer maestro de nuestra escuela, porque ningunas son más exactas y expuestas con mayor conocimiento de causa. Su autor pudo palpar y analizar por sí mismo el abatido estado de la medicina en Chile.

Los tres factores que enumera como causas de la decadencia son reales.

La educación liberal y científica había sido nula.

El menosprecio por los individuos de profesión médica, no podía ser discutido.

Uno de nuestros antiguos médicos me ha referido que á un facultativo distinguido, se le hizo oposición para que se casara con una señorita de Santiago, alegándose que era médico.

Y la culpabilidad caía tanto sobre la autoridad y la sociedad toda, como sobre los mismos médicos que en su mayoría nada hacían por levantar y dignificar su estado.

El charlatanismo por otro lado era una plaga peligrosa y funesta.

Si en nuestros días es una cizaña invasora, se comprende cual sería su empuje en la era colonial y á principios de la vida republicana, a pesar de las luchas del protomedicato, principalmente en tiempos del Dr. Oliva que batalló catorce años con implacable tenacidad, sin que pudiese extirpar á los curanderos que encubiertos con el nombre de patriotas, merodeaban en medio de las turbas ignorantes.

El desconcierto era general.

Había médicos, en la lucha por la vida, que se entregaban á la servidumbre más denigrante de sus clientes, ó abandonaban su ministerio para ser boticarios ó degenerar en barberos y sangradores. El pago de sus cuatro reales, lo esperaban en el pasadizo, con el sombrero en la mano, muchas veces.

No es de extrañar entonces cual sería el medio social y privado en que vejetaban, muy lejos por cierto de la dignidad, en lo moral, y de satisfacer, materialmente, las necesidades de la vida.

La llegada de los primeros médicos ingleses y franceses, cultos, de expectante posición social y con acabados estudios para su época, fué la iniciación del enaltecimiento científico y personal de sus miembros.

A medida que se esparcía la civilización se elevaba en el mundo el tono profesional.[1]

Es una observación curiosa, nos decía una vez el Dr. Augus-

  1. Las fastuosas ceremonias públicas con que en otros reinos se celebraban los grados del doctorado contribuyeron a realzar la profesión me-