La lectura de los documentos oficiales de aquel periodo, dejan la persuación de que realmente el gobierno se preocupaba de la instrucción pública, en sus secciones secundaria y superior, consiguiendo despertar el gusto por los estudios, á fuerza de emulación y facilidades escolares.
Los rectores del Instituto y de la Universidad, y los ministros del Interior y de Instrucción Pública, han dejado, en sus memorias anuales, una ruta luminosa para rehacer la historia de la enseñanza general del país.
Por lo que hace á nuestro respecto, serían numerosas las páginas que tendriamos que llenar si entrásemos á los pormenores de estos amplios detalles. En esta virtud y para evitar ser difusos, hemos preferido solamente señalar cual ha sido el lato cometido de los dirijentes, y especializarnos sólo en aquellos puntos mas primordiales para delinear aquella fisonomía intelectual.
Así es, como estudiando el decenio que ocupa este capítulo, encontramos con fecha 6 de Junio de 1839, en un informe del rector Manuel Montt, estas palabras:
«Forma, realmente, un contraste notable,—en medio del adelanto intelectual del país—el corto número de alumnos que frecuentan las clases de medicina á pesar de los constantes esfuerzos del gobierno para promover la afición de la juventud á estas ciencias que son tan útiles al país como á los individuos que las cultivan.
Añejas preocupaciones, y quizás algunos entorpecimientos que se han experimentado en la serie de cursos, y que eran consiguientes en la primera implantación de su enseñanza, han retraído á los jóvenes á seguir una carrera que por su importancia no tardará en ocupar un lugar distinguido.»
El 17 de Abril de 1839, las letras y las ciencias recibieron un estímulo poderoso.
El supremo gobierno decretó la caducidad de la Universidad de San Felipe, que era un centro conservador y sin motivo del vetusto réjimen, creando al mismo tiempo la Universidad del Estado que tanto debía florecer más tarde.
He aquí la resolución del gobierno:
«Santiago, 17 de Abril de 1839,
He acordado y decreto: