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chilena en vista de su notorio patriotismo, de las pruebas de adhesión á la independencia de América, y de su filantropía inexcedible. El acto del juramento que revistió solemnidad, fue precedido de una larga y curiosa serie de preguntas, á cada una de las cuales debía responder con una fórmula de acatamiento á la soberanía nacional.

Esta ceremonia aumentó, si es que pueda decirse, su gran popularidad.

Continuó en sus tareas sin descanso, sin fatigarse jamás.

En sus memorándums se encuentran los itinerarios de cada dia; en uno de ellos,—siendo todos más ó menos análogos,—se lee que, habiéndose levantado á las seis de la mañana, recorrió mas de doscientas cuadras de la ciudad, hasta las once de la noche, asistiendo á 31 enfermos, y ejecutando 7 operaciones.

Esta era su vida cotidiana.

Inventó una sonda rectal para las torsiones, tan comunes en el pueblo por los exesos y desarreglos alimenticios.

En los hospitales, en el Protomedicato y en la Facultad de Medicina, fué el amparo de los desvalidos, el socorro de los que sufrían, el amigo de los estudiantes.

Desde mucho antes de 1833, todos los jóvenes que aspiraban á los estudios médicos, biológicos ó naturales, asistían á los cursos particulares de este profesor que sabía enseñar con tan hábil práctica.

En la presidencia del Protomedicato que obtuvo el 26 de Julio de 1836, prestó servicios de importancia á la medicina pública y á la instrucción médica.

En 1853, se retiró á Valparaiso á llevar una vida menos accidentada, aceptando, no obstante, el nombramiento de médico jefe de la guarnición militar de esa plaza, puesto que desempeñó hasta 1859, á los setenta y cuatro años de edad, recibiéndo en la sala de su hospital, de propias manos del Presidente Manuel Montt, el decreto que lo exhoneraba del servicio, jubilándole con pensión íntegra.

El 6 de Febrero de 1869, entregó su vida como último sacrificio por el prójimo, á causa de haber contraído una pulmonía al salir, precipitadamente, á medio vestir, á ver un enfermo, desatendiéndose de los cuidados que sus 84 años requerían.

Sus últimas palabras fueron de caridad, pronunciadas y escritas al pié de una receta, hecha desde su cama, en la víspera de su muerte.

Sublimes palabras que diariamente colocaba al pié de sus prescripciones, significando que el pobre enfermo tenía sus servicios y los remedios gratis en un dispensario sin más gasto