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le llama maestro y sabio, el cuerpo farmacéutico de la república.

Toda su vida fue de trabajo.

Desde su juventud, cuando recorría las calles de la capital, incitando al pueblo á adorar la libertad con palabra inspirada y calorosa, en peroraciones patrióticas, hasta cuando en edad provecta, presidía á sus consocios, ó en las tardes de estío bajo los frondosos árboles de la cañada, se agrupaban sus íntimos para oir su plática sabrosa y su erudita charla, en todas ocasiones, no decayó su espíritu, no se envejeció su estilo, venciendo siempre con el verbo humano que ennoblece á la criatura, que hace del hombre, como ha dicho Remusat, el diputado de Dios en el mundo.

En sus clases, más de una vez, después de haber explicado una experimentación difícil ó de haber revelado un secreto que acababa de arrancar á la naturaleza, el profesor inspirado, sintiendo bullir en su cerebro sus ideas metafísicas, se dejaba olvidar los fenómenos de la materia que analizaba para lanzarse á las regiones de la filosofía, mostrando sin ambajes sus injénuas creencias, como un desahogo necesario para su fé religiosa.

Nosotros hemos alcanzado á oir á su predilecto alumno que recibió la herencia de todos sus principios, científicos y morales, hasta el sublime apodo con que le llamaban sus educandos, al sabio Vasquez, hacer el elogio de aquel maestro y recordar,—en plena clase de química orgánica,—la influencia de su dominio filosófico, olvidándose á su vez el apologista de los matraces y reactivos que tenía sobre su mesa, para divagar con tal ensimismamiento y brillante colorido, que sólo los aplausos de sus oyentes le hacían recordar que tenía que volver á la prosa del experimento químico,

Bustillos y Angel Vasquez son dos almas idénticas que han creado la profesión farmacéutica, y han enriquecido las páginas de la ciencia natural con múltiples y raros descubrimientos.

El 27 de Marzo de 1873, rodeado de amigos, y llena de pobres su casa austera, don Vicente Bustillos, dejó de existir,

Al borde de su tumba, en patética oración fúnebre, el sucesor de su cátedra, don Angel Vasquez, decía, entre otras, las siguientes frases que hemos elejido:

«Diputado al Congreso Constituyente de 1833, vió que la política no era la compañera predilecta de su corazón.

Aquella alma candorosa, sedienta de amor y de progreso, se halló mal entre las encrucijadas y las ingratitudes y las miserias, y de ahí es que tan pronto, apenas encontró reemplazante, volviese la espalda á la política, para consagrarse exclusiva-