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fin de saber si el altivo monarca de la cirugía se había dignado pasar la vista por su tesis. Grande fué la sorpresa de Sazie, cuando al dar su nombre al portero, supo que Dupuytren había encargado que apenas él se presentara fuese introducido á su gabinete. El portero cumplió con su consigna, y un instante después Sazie se hallaba en presencia del gran cirujano. Imposible sería pintar la angustia del jóven en esos primeros momentos en que Dupuytren le dijo: «he leído vuestra tesis y no sólo tendré un placer en ser vuestro padrino, sinó que me sentiria honrado si me dedicáseis vuestro trabajo.» Sazie salió lleno de satisfacción por semejante recibimiento, y el 14 de Noviembre de 1833 obtenía el grado de Doctor en Medicina de la Facultad de Paris. El 23 de Noviembre del mismo año firmaba un contrato con el Encargado de Negocios de Chile, don Miguel de la Barra, y á principios de 1834 se hallaba entre nosotros.

¿Quien era Sazie, para que Orfila, Decano de la Facultad de Medicina de Paris, lo recomendase al Gobierno de Chile?

Sazie era un hombre extraordinario. Con un talento incontestable, con una gran laboriosidad había tenido la suerte de escuchar la palabra autorizada de los más grandes maestros en las artes y en las ciencias. En filosofía había oido á Larromiguiére, en Química y Física á Thenard, Gay-Lussac y Orfila, en Botánica á Richard, en Zoología, Antropología, y Anatomía comparada, á Cuvier, Virey y Blainville, en Fisiología á Richerand y Magendie; en Medicina á Broussais, Andral, Aliber; en Cirugía á Dupuytren, Lisfrane y Velpau; en Obstetricia al barón Dubois. Versado en los clásicos latinos y franceses, que sabía de memoria, noble, valiente, abnegado, modesto, no creo que se me tache de exajerado si le llamo un hombre extraordinario. No sería yo tampoco el que caería en la exajeración, serian sus maestros.

Broussais decía, hablando de él: «que estaba dotado de una sólida instrucción y que tenía todas las cualidades necesarias para ser exelente profesor;» M. Emery: «que había dado pruebas de una alta capacidad médica, y quirúrgica, y que durante el tiempo que había estado como interno en su servicio, había desempeñado sus funciones con un celo y talento digno de los mas grandes elogios;» el barón Dubois: «que el celo y abnegación del joven Sazie sólo podían compararase con la solidez de sus conocimientos;» Jobert decía: «que en su servicio se había distinguido por su talento, no solo como médico práctico, sino como un hombre erudito y sabio;» M. Maury: «que estaba á la altura de todas las misiones que se le confiaran, y que era digno de todo interés que por él se tuviera.» He ahí las razones que me autorizan á llamarle un