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lo por dentro de la era, y seir mozas adornadas á su uso y tomadas de las manos se colocan de espaldas con las viejas. Cerca de la puerta tiene la machi prevenidos «un jarro con tinta blanca para afeites, doce hilos de una vara de largo, dos palitos de media vara con plumeros en la punta, y dos calabazas con alguna piedras adentro.» Los dos palos se los dan á las viejas que los han de tomar con la mano derecha, y también las dos calabazas para que á su tiempo las hagan sonar con la mano izquierda, al compás del tambor; los dos jarros los pasa á los indios para que reciban la sangre de un caballo que tienen amarrado para quitarle el corazón é hígado; con la sangre y con el afeite blanco tiñe á las mozas, y los doce hilos los reparte á otros tantos indios para que, cuando saquen el corazón, hagan doce rosarios con aquella víscera y se los cuelguen á las viejas al cuello. Prepara también á dos indios con el fin de que uno corte la cabeza del caballo y, sin el labio superior, se la pase á un viejo, y el otro le rebane la cola al mismo caballo y se la dé al otro viejo. Con todas estas prevenciones, que los concurrentes aprenden de antemano, empieza la machi á tocar el tambor, da la tonada y versos de la canción, le acompañan las viejas con las calabazas, y las mozas bailan sin moverse de su sitio. Pasado un rato de danza, la machi manda que se extraiga al caballo el corazón, y se lo pasen de uno á otro entre los presentes, en tanto que cumplen su cometido los demás indios enseñados, y ella hace con la sangre y corazón lo mismo que en el otro machitún, ordenando además que las mozas se afeiten con la sangre y la tinta blanca. Las viejas con llancatus de entrañas, un viejo con la cola y el otro con la cabeza, se esfuerzan por reirse, mientras que la machi arrecia con su música, y las mozas se mueren de risa al ver que un viejo le menea la cola al enfermo y que el otro le presenta la cabeza. Todos los asistentes bailan y cantan sin parar hasta levantar al enfermo y pasearlo dentro de la era, siguiéndole por detrás y por delante la mjiganga. Muchos hai que mejoran y se alegran al ver aquella fiesta, otros empeoran y no son pocos los que mueren en ella. El macupupiguelem termina lo mismo que el otro machitún, colgando en un árbol las reliquias del animal sacrificado.

Las indias pehuenches acostumbran también el daño diario, como las demás indias, y no los interrumpen ni aún durante los días de sus menstruaciones, embarazos y partos.

En las primeras menstruaciones de las muchachas, tienen fiestas especiales, y se comunica la noticia á toda la reducción. A este respecto usan ceremonias como éstas:

Apenas la joven se siente enferma, avisa á su madre; ésta sin dilación, prepara un serrallo (un lecho cómodo) en una es-