chosamente en el modesto juego de las damas que en la laboriosa futilidad del ajedrez. En este último juego, en que las piezas están dotadas de movimientos varios e irregulares, y representan valores diversos y variados, la complexidad se toma, error muy comun, por profundidad. La atencion se pone en actividad con insistencia y constancia, porque si se distrae un instante o se comete una equivocacion, el resultado inevitable es la pérdida de una partida o una derrota. Como los movimientos posibles son, no solamente varios, si no desiguales en potencias, las ocasiones de errar son muy numerosas, y en nueve casos de diez, el jugador mas atento, y no el mas hábil, será el que gane la partida. Al contrario en el juego de damas, donde el movimiento es simple en su especie y no sufre sinó muy contadas variaciones; las probabilidades de inadvertencia son mucho menores, y no estando absoluta y enteramente acaparada la atencion, las ventajas que cada jugador consiga, no pueden atribuirse sinó á mayor perspicacia.
Dejando á un lado las abstracciones, supongamos un juego de damas, donde la totalidad de las piezas se reduzca á cuatro damas. y donde naturalmente no haya lugar a temer distracciones. Es evidente que aqui la vicioria no puede decidirse siendo los dos jugadores absolutamente iguales, si no por una táctica hábil, resultado de algún poderoso esfuerzo del entendimiento. Privado de los recursos ordinarios, el analista hábil, entra en el espíritu de su adversario, se identifica con él, y á veces descubre de una simple mirada el único medio, medio á veces mereciblemente sencillo de atraerle á una falta ó de precipitarle en un falso cálculo.
Se ha citado mucho tiempo el whist por su acción sobre la facultad del cálculo; y se han conocido hombres de mucha inteligencia que parecia encontraban un placer incomprensible en él, y desdeñaban como una frivolidad pueril el de ajedrez. En efecto, no hay juego alguno parecido
que ponga en ejercicio mas activo la facultad del análisis. El mejor Jugador de ajedrez de la cristiandad, no puede mas que el mejor jugador de ajedrez. Mas la habilidad al whistt implica la potencia ó facultad de prosperar en todas las especulaciones muy de otra manera importantes en que el génio lucha con el génio.
Cuando yo digo habilidad fuerza, quiero dar á entender esa inteligencia en el juego que comprende la inteligencia de todos los casos de que se puede uno aprovechar legítimamente. Son, no solamente diversos, si no complexos, y se ocultan á veces en las profundidades del pensamiento absolutamente inaccesibles á una inteligencia vulgar.
Observar atentamente, es acordarse distintamente; y bajo este punto de vista, el jugador de ajedrez, capaz de una atencion muy intensa , jugará muy bien al whist, puesto que las reglas de Hoyle, basadas en el simple mecanismo del juego, son fácilmente inteligibles para todos.
Lo importante, lo principal, es saber lo que conviene observar. Nuestro jugador no se limita á su juego, y aunque este juego sea el objeto actual de su atencion, no desecha por eso las deducciones que nacen de objetos estraños al juego. Examina la fisonomía de su compañero, y la compara con hule cada uno de sus adversarios. Considera la manera con que su compañero distribuye las cartas: cuenta á veces, gracias á las miradas que dejan escapar los jugadores satisfechos, los triunfos