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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

sus respectivos dueños como pudiera hacerlo un lacayo. Cierto es que se dan casos en los que la naturaleza reconquista su usurpado imperio; pero un heraldo devorado, un buey sagrado estrangulado, circustancias son, demasiado vulgares para hacer sensacion en Epidaphné.

— ¿Pero qué estraordinario ruido es ese? Esto es lo que se llama mucho ruido, aun para Antioquía. Algo notabilísimo debe suceder.

— Sí, indudablemente. El rey ha ordenado algun nuevo espectáculo, alguna fiesta de gladiadores en el hipódromo, quizá una degollacion de prisioneros Scytas, ó el incendio de su mejor palacio, ó mas bien, creo que haya dispuesto magnífica hoguera para achicharrar algunos judios. La zambra va en aumento; hasta el cielo llegan las risotadas y los gritos, los instrumentos de viento y el desaforado clamoreo de mil endiabladas gargantas atruenan el espacio; bajemos por amor á la alegria, veamos que diablos pasa. Por aquí, ¡cuidado! Hénos en la calle principal, la calle de Timarchus.

Las oleadas de un inmenso populacho llegan hasta aquí: nos será imposible avanzar más; ved como inundan la calle de Heradides, que parte directamente de palacio: probablemente el Rey vendrá entre esa multitud. ¡Sí! oigo los gritos de los heraldos que proclaman su venida con la pomposísima fraseología oriental. Podremos verle perfectamente cuando pase delante del templo de Ashimah. Guarezcámonos en el vestíbulo del