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obispo de Barcelona; D. Francisco de Asís Águilar, que lo fué de Segorbe; D. Pelayo González Conde, de Cuenca; D. Pedro Llorente, arzobispo dimisionario de Santiago; D. José Xifré, superior de los misioneros Hijos del Corazón de María; D. José Joaquín Montalván, el padre Conde y D. Gregorio Benítez y Peláez, afamados predicadores; D. Celestino Pazos, conocido polemisfa; D. José María del Castillo, de la Compañía de Jesús; D. Pedro Muntadas, escolapio, y D. Nicolás Vizcaíno y Fernández, presbítero y fundador.

De los Cuerpos de ingenieros en sus distintas especialidades, las pérdidas no han sido menos sensibles, habiendo dejado respetable nombre y obras dignas de la mayor estimación D. Federico de Botella y de Hornos, D. Teodoro Balaciart, don Agapito Marco Martínez, D. Luis Sáinz Gutiérrez, D. Marcelo Gualba, D. Andrés Llaudaró y Fábregas, D. Guillermo de la Sala, D. Mariano Oms y Lubán, D. Adolfo Goníma, D. Jorge Rieken, don Rafael Yagüe, D. Francisco Pérez Casariego y D. José Martínez Ásenjo.

La ciencia médica ha perdido ilustraciones y prestigios notorios, como los que acompañan a los nombres del Marqués del Busto, D. Justo Jiménez de Pedro, D. Ramón Félix Capdevila, D. José Argumosa, D. José Lacasa, D. Manuel Díaz Villabela, D. Luis Vega-Rev, D. Ramón Font y Viñals, D. Isidoro Miguel y Viguri y D. Cayetano TriviñO.

De abogados y magistrados debe citarse la pérdida de D. Miguel Sanz y Urtazun, D. Pelegrín Alvarez García, D. Emilio Ayllón y Altolaguirre, D. José Saro y Rojas, D. Manuel Sambricio, don Rafael Alvarez Martínez, D. Grato del Collado y D. Juan Ignacio Morales.

Las pérdidas del profesorado no son menos lamentables, debiendo señalarse las de D. Joaquín Rubió y Ors, notable poeta; D. Ricardo Macías Picavea, también literato ilustre; D. Francisco de Pisa Pajares maestro de varias generaciones; don Eusebio Ruiz Chamorro, D. Fabio de la Rada y Delgado, D. Miguel de la Guardia, D. Pedro Juste, D. Marcelino Menéndez Pintado, padre del ilustre olígrafo del mismo nombre; D. Tomás Andrés y Montalvo, D. Bruno Solano, D. Jerónimo Macho y Velado, D. Pedro Izquierdo y Ruis, D. Diego Monje Vicens, D. Sebastián Obradors y Font, don Baltasar González Barba, D. José Ríos Rivera, D. Mariano Loscertales, D. Santiago Bonilla, don Carlos Campos y Barrera, D. Jacinto Sarrasi y Colas, D. Ramón del Fresno, D. Andrés Ferrán y Raso, D. José García Alvarez y D. Pascual Capdevila y Sancho.

En el mundo de las letras, las pérdidas no han sido menos numerosas ni sensibles, figurando entre ellas la de las Sras. D." Pilar Pascual de Sanjuán, autora de inapreciables obras pedagógicas; D." Elisa Luxán y Teruel, que cultivó la literatura dramática, y D." Isabel Cheix y Martínez, poetisa de altos vuelos; D. Eduardo Zamora y Caballero, novelista, historiador y autor dramático; D. Eduardo Vidal y Valenciano, escritor dramático también; D. Angel Lasso de la Vega, polígrafo y erudito; D. Juan Ochoa, malogrado novelista; D. Nicolás María Serrano, historiador; D. Miguel de Villalba Hervás, historiador; don Angel de los Ríos y Ríos, cronista insigne de Santander; D. Nicolás Taboada, que lo era de Vigo; D. Eduardo Sánchez de Castilla, que cultivó el teatro, la novela y el periodismo; D. Federico Canalejas, joven y malogrado poeta; don Joaquín Arjona y Láinez, autor dramático; don Plácido Montolíu, marqués de Montolíu; D. Gabriel Hein; D. Ignacio Virto; D. Carlos Saro y Pardo; D. Julián de Peño Carrero; D. Abdón de Paz; D. José Respaldiza y D. Luis Abarzuza.

La literatura periodística lamenta la muerte de figuras tan salientes como D. Francisco Miquel y Badía; D. Julio de Vargas; D. Julián Manuel de Sabando; D. Juan Vallejo; y, aunque menos conocidos, otros que no merecen ser olvidados, como D. Enrique Novo; D. Fernando Fragoso; D. Manuel Regidor; D. Nicanor Rey Díaz; D. Ramón Verea; D. Aquilino Novas; D. Antonio de la Rosa; D. Celedonio Osorio y Lapuente; D. Antonio Rúa Figueroa; D. Mariano López Manso; D. Luis Mateos y Argüelles; D. Rosendo Rivera Colón; don Vicente Innerarity; D. Joaquín Vinardell y Roig; D. Patricio Perera; D. Juan Caro y Mora; D. Luciano Ruiz; D. Alfredo Suárez de la Escosura; D. Santiago Martínez Maroto; D. Francisco Ramos D. Maximiliano del Pino.

Las Bellas Artes registran en sus fastos necrológicos del año trascurrido al gran marinista D. Javier Juste; a los pintores de historia y paisaje D. José Mirabenty Gatell; D. José Garmelo Fillol; D. Agustín Rigalt; D. Manuel Criado y Baca; D. Joaquín Jaldero; D. Francisco García de la Cal; el pintor y grabador en dulce D. José María Galván y Candela, y el fecundo grabador en madera D. Carlos Capuz. También han muerto el escultor D. José Genovés y el tallista y decorador D. Miguel Rosado y Ruiz, y los ilustres arD. Antonio Ruiz de Salces, académico; D. Mariano Medardo de la Fuente; D. José María Aguilar y Vela, y D. Edesio Garamendi.

De músicos hemos perdido a D. Guillermo de Morphy, conde de Mórphy; D. Clemente Cuspinera; D. Ramón Estellés; D. Juan Montes Capón, y D. Luis Arnau.

El teatro lamenta la pérdida de D.º Carmelina Poch, distinguida cantante de ópera; D.º Josefa Hijosa, la genial actriz; D.º Cornelia Pellizari; el bajo cantante D. Juan Ordinas; el notable actor de carácter D. Emilio Mario; D. Pedro Moreno; D. Joaquín Roca; D. Francisco Peluzzo; D. Mariano Utrillas; D. Juan Aparicio Rodrigo, y don Eduardo Ortiz.

Entre las pérdidas sufridas por el teatro, sería imperdonable omisión no citar dos personalidades muy características: la del peluquero D. Vicente García Amigó, muerto en Barcelona, y la del bailarín D. Ricardo Moragas. El primero contaba ochenta y dos años de edad, y su salón de la capital catalana databa de 1840. Su especialidad fué la preparación de pelucas y postizos, y esto le hizo estar asignado a los principales teatros, habiendo sido peluquero de Mariani, Verger, las Brambilla, Tamberlick, la Alboni, y tantas otras notabilidades del canto, así como Valero, los hermanos García, Romea, Calvo, Arjona y demás notabilidades del teatro español.

Don Ricardo Moragas, a quien entusiasmaron en su primera juventud los grandes bailes de espectáculo, que pudo ver en el Liceo de Barcelona, abandonó la industria que ejercía por el arte coreográfico, tanto de género francés como español, v fué pareja de la célebre Manuela Perea (la Nena), con la cual recorrió entre aplausos la Europa entera. Compuso numerosos bailables para óperas y comedias de magia; fué un verdadero maestro en ellos y en mover las masas en la escena, y no hay teatro en España donde no haya dejado grato recuerdo en su arte.

MANUEL OSSORIO Y BERNARD.


A IRES

YA... ..

MUIR CIANOS.

NI EL OLORCICO !

El nene llenaba la casa y á tóicos Los tenía lelos;

En jamás lloraba: ¡Qué pasta! ¡qué genio ! ¡Qué hermoso! ¡qué carnes! Un pomo de rosas paecía su cuerpo!

Fillol; D. Agustín Rigalt; D. Manuel Criado y Baca; D. Joaquín Jaldero; D. Francisco García de

la Cal; el pintor y grabador en dulce D. José Ma

Y la vista en el cielo

La bendita oración del ángel reza. Muy pura es la oración que al viento flota Como sentida nota

Que la tierra levanta hasta los cielos;

Pero es más pura, más sentida y grave La plegaria süave Que en el hospicio rezan los chicuelos.

Pues cuando como músicas lejanas Las vibrantes campanas

Con su tañir sonoro al alma llegan, Los expósitos tristes, desvalidos, Sin tener madre, rezan conmovidos ¡Por esas madres que su amor les niegan ! M. R. BLANCO BEI.MONTE.

PO TR AMBOS MUNDOS. NARRACIONES COSMOPOLITAS.

Los soldados voluntarios en el ejéreito inglés.—Los oficiales. Composición del ejército.—Las tropas coloniales.

2L fiasco de las armas inglesas en el y Transvaal ha traído como consecuen cia otro fiasco inesperado: el de los procedimientos y prácticas de for mación y sostenimiento del ejército nacional de la Gran Bretaña; y, en fin, otro fiasco más: el de la creencia de que Inglaterra fuera un pueblo eminentemente y práctico y positivista. Posible es que de aquí en adelante sigan lord Roberts y Kitchener una táctica contraria á la de Redwers Buller, White, Gatacre y Methuen, reuniendo todas las fuerzas británicas para acumular su esfuerzo en un punto dado, en vez de consentir que combata dividido en tres ó cuatro comarcas distintas, y que este unánime empujón quebrante la línea fronteriza de Orange y se rindan Ladysmith y Kimberley; y posible es también que esto no sea hacedero, y que el desarrollo que la guerra ha tenido hasta aquí impida la concentración de las fuerzas inglesas, que dejaría tantos pueblos si tiados sin esperanza de socorro; pero sea lo que quiera, y volviendo la vista á Inglaterra, nos en contramos con que el sistema de la recluta vo luntaria ha hecho efectivamente fiasco, y con que todo cuanto han venido sosteniendo hasta aquí los tratadistas militares ingleses y sus políticos y su prensa sería muy bueno para pelear contra indios, sudaneses y cafres, pero no para realizar una campaña rápida y feliz contra tropas moder nas, siquiera fuesen tan desconocidas y aparta das del mundo militar como los boers.

Pos un airecico, de má, jué bastante Pa dejarlo muerto, Y en el afauluco

El pomico de rosas metieron. Dicen que la muerte Lo dejó lo mesmo De color, de hermoso, Con la cara d'aúngel... como sonriendo!..... ¡A mí me fartaron Las juerzas pa verlo!..... Pasó por la puerta..... á los alarios De la probe madre, se erizaba el pelo..... Pasé por la puerta..... Me dió el olorcico de la cera ardiendo..... ¡Me dió ese olorcico Raro de los muertos!

Y, anque lo enterraron, Eutavia, dempués muncho tiempo, Al pasar por la puerta me daba Aquel olorcico de la cera ardiendo..... ¡ Aquel olorcico del pomo de rosas Que en el ataulico pa siempre metieron!..... ¡ Aquel olorcico que yo lo llevaba Metío en los sesos !

Es creencia vulgar que no hay en la Gran Bre taña ley que imponga el servicio obligatorio y personal, y sin embargo, esa ley existe desde 1752, en que se dictó para consagrar lo que venía siendo costumbre nacional, desde los tiempos del rey Alfredo el Grande, en el siglo IX. Pero los ingleses, que pasan por ser tan escrupulosos cum plidores de la letra de la ley, renuevan cada año otra ley egoísta especial, la Army Act, que anula la anterior, suspendiendo su aplicación. Con esta estratagema, no obligándose á nadie á servir, hay necesidad de apelar al alistamiento de los voluntarios para contar con tropas activas. El vo luntario, desde el año de 1879, se compromete á servir doce años; de ellos, siete en las filas y cinco en la primera reserva. La edad de ingreso es de diez y ocho á veinticinco años, siendo la mayor parte de diez y ocho, y aun de menos, en términos que, como aseguraba el general sir E. Wood en 1892, « había en la infantería muchachos de diez

y seis á diez y siete años que no podían sostener el fusil al apuntar con la bayoneta calada». Proceden los soldados voluntarios de las clases

Pero tóico pasa: ya no giiele á cera, Y á la madre reirse la veo.....

¡Ya, ni el olorcico 1)el nene tenemos!

más ínfimas de la población, y son tan frecuentes como escandalosos los actos de indisciplina. Hace poco más de un año (Diciembre del 98), el regi miento tercero de húsares hizo añicos todos los

VICENTE MEDINA.

ciano Ruiz; D. Alfredo Suárez de la Escosura;

D. Santiago Martínez Maroto; D. Francisco Ramos y D. Maximiliano del Pino. Las Bellas Artes registran en sus fastos necro lógicos del año trascurrido al gran marinista D. Javier Juste; á los pintores de historia y pai saje D. José Mirabenty Gatell; D. José Garnelo

Tañe la esquila. En pueblos y ciudades, En montes y heredades Inclina el mundo entero la cabeza, Y con la planta en el mezquino suelo

Eduardo Ortiz.

prestigios motorios, como los que acompañan á los Argumosa, D. José Lacasa, D. Manuel Díaz Villa

8 ENERo 1900

PLEGARIA DE LOS ÁNGELES. Se oculta el sol entre celajes rojos; Entórnanse los ojos Del pequeñuelo débil é inocente Y, cual trino de un ave voladora, La campana sonora Canta y gime en la torre dulcemente.

utensilios y material de su cuartel y le prendió fuego. Cuéntanse en aquel ejército cinco mil de serciones por año, y la mortandad de los soldados muchachos es muy considerable. Son valientes y muy sufridos en el puesto en que se les coloca en el campo de batalla, pero la derrota les desmora liza muy pronto. Acostumbrados á sus tres comi das diarias y á su té imprescindibie, se resienten mucho física y moralmente si falta ó disminuye la ración. Tampoco resisten mucho la fatiga. Cuando el general Wolseley hizo en 1884 la cam paña del Sudán, emprendiendo largas expedicio