Página:Informe preliminar sobre la espedición esploradora de los Ríos Reñihue, etc.djvu/18

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El valle del nuevo rio tiene el mismo carácter, predominando la riqueza de los alerces. Ni en el Palena, ni en el Puelo encontramos una cantidad tan enorme de maderas útiles como la que presentan estos bosques de alerces i coihues.

Pasamos el rio de los Alerces por sobre varios troncos que fueron volteados para este objeto, i encontramos en la otra ribera una senda que resultó ser, poco a poco, la continuación de la anteriormente seguida. El terreno era poco accidentado con monte colgado. Después de una hora de camino, llegamos al rio, que ya habia cambiado su aspecto: se ensancha hasta cerca de 25 metros; se profundiza, i su corriente, aunque todavía lijera, pierde sus rápidos. Por eso hicimos alto, ordenamos traer los botes i navegamos rio abajo. La corriente apresuró la marcha i luego se alcanzó la ancha i profunda desembocadura; vimos un lago grande i sin interrupción continuamos por él el viaje.


el lago jorje montt i los reconocimientos del rio ftaleufu
(Enero 17 a 21)


El lago se estiende en su primera parte hacia el noreste; tiene una forma larga i angosta i está bordeado por escabrosas pendientes, que solo en pocos lugares dejan pequeñas playas. Los alerzales se componen aquí de pequeños árboles i pronto concluyen del todo. Seguimos a lo largo de la ribera occidental, dejando tras de nosotros la afluencia de un pequeño rio i de una cascada que se precipita de un alto murallon de la montaña. A la tarde atracamos a una bonita playa de arena (campamento de las Aguas Azules) para dar tiempo a los botes de traer nueva carga i hombres. El otro dia continuamos el reconocimiento del lago para fijar su verdadera estension i buscar su desagüe, para que mas tarde el grueso de la espedicion no efectuara viajes en vano. El viaje fué por demás atractivo por la alegre luz del sol i por un suave viento sur que apenas removia la superficie del agua.

Navegando por el centro del lago, se presenta en la orilla occidental un estendido cordon cubierto de inmensos campos de nieve, entre los que se nota el viso azulado del hielo de un ventisquero. Lo llamamos cordon de las Torrecillas, porque un sinnúmero de pequeñas cimas puntiagudas se divisa sobre él.