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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 155

de aire masculino, que de pié, y la mano en la cadera dirijia 4 mi madre las mas irreverentes frases.

—Le digo á V.. doña Maria—gritaba alzando el dedo en son de amenaza, le digo á V. que no sufriré ya mas esas dilaciones de cuatro y seis dias que va V. entablando en el pago del alquiler. Cinco pesos se encuentran hasta bajo de las piedras y no seré yo quien espere á que se le antoje á V. llevármelos: mayormente habiendo solicitantes que me ofrecen ocho, lucientes y adelantados.

—Ah! señora Gervasia—respondió mi madre, con voz temblorosa, y los ojos llenos de lágrimas— espero que no hará V. la crueldad de arrojarme de la casa. Recuerde V. que en diez años que la habito siempre me vió V. llegar el primero del mes llevándole su dinero. Peroay! V. sabe cuanto ha bajado, de algun tiempo á esta parte, el precio del trabajo, sobre todo, en la costura. Vea V. estas camisas de municion con tantas fuerzas, tantas piezas y pespuntes. Y sin embargo, las pagan solo á real. Noventa y nueve llevo acabadas; y esta que estoy rematando es la última. Mañana recibiré doce pesos y medio. Cinco serán para V. y el resto para el colegio de mi hijo, y para comprarle calzado.

—Calzado! Y por qué, siendo tan pobre no acostumbra á ir descalzo? Y por qué no pudiendo pagar la casa, le costea usted colegio? Póngale usted