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ESCENA II
Los anteriores y Tulcomara.

Tulcomara. A vuestras plantas vedme aquí postrado.
Misericordia, si sois araucanos

Epulef. No soy yo, quien aquí la bienvenida darte puede.
Mas, alza, una mano amiga te presento.

Tulcomara. Aceptar esa mano que magnánimamente me ofreces, no puedo, antes que perdón de vuestro caudillo que en esta comarca manda, no haya alcanzado.

Epulef. ¿Araucano no eres? Aquí mi mano. De maldades capaces no son los nuestros. Te saludo en nuestros hogares. Y si así por bien lo tuvieres, narra lo que ha acontecido, á nosotros que los primeros somos de esta ciudad que se te apersonan. La bienvenida más detallada darás al ulmén.

Tulcomara. Del Maule vengo, y llegado en ésta mi peregrinación austral hasta el Toltén, lo traspaso y cansado me recuesto á la sombra de un árbol. Apenas adormecido, me despierta un cántico dulce y armonioso, blandamente por el eco de la selva repetido. Alzo la vista y veo—¡oh dioses!— en virtud de qué hechos he merecido tanta dicha y tanta desdicha á la vez—la vi y se huyó.

Epulef. ¿A quién viste? ¿Quién huyó de tí? Curiosos nos tienes.

Tulcomara. Una niña gallarda, de radiante rubia cabellera, con flores, verdes hojas y ricas vestiduras adornada. A su lado se abre el cielo, aparece Domuche, la diosa del amor, y me saluda. Quiero abalanzarme á la doncella, mas un hechizo parece mantenerme los pies clavados en el suelo. Y ella arroja el cesto que de su brazo pendia, y hnye. Yo la sigo Al llegar al puente que aquí cerca está, un centinela me niega la pasada. Lo asgo yo y lo lanzo al rio y sigo á mi ángel hasta aquí, donde á mis ojos desapareció. Vedme pues delante de vosotros como trasgresor de leyes araucanas. Condenad al homicida. Mas dejadme ver á ella por segunda vez, bien que la postrera vez fuere. Contemplando á ella, al morirme, con leticia moriré.

Epulef. Es singular esto. Llamaré al ulmén. A él le has de dar la bienvenida ante todo, y estoy seguro de que te perdonará, pues tu relato no le sorprenderá menos que á mí me ha sorprendido. En esperando aquí breves momentos, bien puedes llegar á ver á la que viste en la selva, ya que forzoso es, que ella aquí venga á ofrecer sus dones al dios de las cosechas, como las demás doncellas de este barrio de