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mes impregnado siento el ambiente en que te elevas. Cual á todo inquilino de Lauquén cuadra, ha depositado ya cada uno su donativo en tus aras; yo la única soy que con sus deberes no ha cumplido aún. Mas tú, oh benéfico Pillan, creador y mantenedor del universo, no me inculpes de mala voluntad y acepta esta corona que con afecto y amor mis manos han tejido. Siempre en todos los gollines la primera fuí, que las más hermosas y galanas producciones de nuestras tierras te ofrecí; hoy solamente la última me ves.—¡Perdoname!—No soy yo á quien de culpable tildar puedas, sino él, él, que me ha estorbado, cuando las flores cogiendo estaba. (Pone las flores en el asiento debajo del árbol)—¿Pero fué acaso él quien me interrumpió?—¡No, no! Yo misma, sin que mediara fuerza ajena, dejé de trabajar. Yo huí, y él nada me había hecho. Con cuanto placer lo hubiera contemplado más. Su mirada me había cautivado del todo, pero un sentimiento extraño aquí dentro de mi corazón hizo que huyera yo de él. A mal de mi grado me alejé de él. ¡Oh! si aquí llegara. Si en mis brazos pudiera estrecharlo. Cuán dichosa me sentiría. Jamás consentiria yo en que me abandonase.

Tulcomara (Saliendo de su escondrijo).—A tus plantas rendido me tienes humildemente.

Tegualda. ¿Quién tan intempestivamente osa hablar en este recinto?

Tulcom. Tulcomara, á quien deseaste al alcance de tu mirada y de tus brazos.

Tegual. Los dioses me escucharon. Ellos te mandaron. En mis brazos te tengo por siempre. Los dioses te envían. Mio eres. (Domuche aparece en las nubes).

Tulcom. ¡Tuyo tuyo, sí!: y tú mía, toda una eternidad! Quien herirte quiera, de mis brazos te saque primero. Este mi amante corazón tu pavés, tu asilo, tu hogar, tu protector será contra todas las fuerzas del aire, del agua, del fuego de la tierra. Mía eres. (Desaparece la vision).

Tegual. Hueñuyún que los enlaces entre los novios protege, nos bendiga. Por tí de buena gana mi último aliento daré. Pero excúsame por breves instantes. Ir á ver debo á mi padre. Contaréle lo que aquí ha sucedido, para que él pueda ver si eres tú con efecto quien como yerno suyo el nuevo protector de los boroanos has de ser, cual los dioses lo dispusieron.

Tulcom. ¿Otra voz quieres que árbitro de nuestro amor sea, y no la de tu corazón?

Tegual. No te acongojes por lo que te digo. Eres tú forastero en