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todos, cuan humilde eres, cuan magnánima tu bondad, cuan sabias todas tus acciones. Aquí escuchaste mis quejas, mis agradecimientos y mis súplicas. Accede pues hoy también á lo que te pido. Envíame, gran Dios, envía el brazo robusto, que pueda reemplazarme en esta época de tribulaciones y angustias por que Arauco y todo Chile pasando está. No me dejes ver el aniquilamiento de tus más adictos servidores.—Las ramas se mecen. Me escuchas; lo percibo. (Sale Tulcomara).—¡Un hombre!—Si algún objeto noble te llevó aquí, bienvenido seas en nombre del dios de la fertilidad, cuyo día estamos celebrando; bendito tú y bendito lo que á emprender viniste.

Tulcom. Tú eres ulmén, eres soberano, mi señor; yo siervo. Aqui á tus plantas héme.

Mareg. Levanta, si inocente eres. No tiembla la inocencia, do á los dioses se arenga.

Tulcom. Culpable me siento; es por eso, porque así humilde me ves.

Mareg. No será mucha tu culpa, ya que tu mismo á delatarla vienes.

Tulcom. A las aguas de este río lancé la guardia que el paso me ves, vienes negaba, y para agravar aun más este hecho, no aguardé yo la bienvenida tuya al internarme por acá.

Mareg. Y lo hiciste para alcanzar á una doncella que procuraba librarse de tu persecución?

Tulcom. Perdón. Con mala intención no lo hice.

Mareg. ¿Y encontraste la doncella?

Tulcom. Acaba de abandonarme en este sitio. Aquí nos encontramos. Aquí la estreché entre mis brazos. Aquí ella ha reposado en mi pecho. Aquí nos hemos jurado eterna fidelidad, y aquí también espero del ulmén que no se opondrá á que ella me pertenezca. Se alejó la que por hada pudiera tenerse, de aquí en busca de su padre; narrarle quiere ella, lo que aquí ha sucedido, pedirle quiere ella, que él la haga feliz... ¿Absorto estás y no respondes?

Mareg. El hombre que al agua cayó con el ímpetu de tus brazos, está salvado. Perdón ya obtuviste. Mas dime, de donde vienes, antes de irte más lejos aún de lo que ya te atreviste.

Tulcom. Do el Laja salta por pétrea, tajada escala, formando millares de arcos iris deslumbrantes en medio de una exuberante vegetación, rica en preciosas flores y frutos apetecibles, allí en el apacible regazo de una madre cariñosa me crié. Allí me ejercité en el manejo de las armas. Allí el