Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/29

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 29 —

puro y más límpido renacerá el líquido cristalino de estos peñascos. Préstame tu cántaro, que más clara la fuente, de cuya margen á Tegualda me robo, más aerisolada también será la vida que con Tegualda viviré. Préstame pues tu cántaro, bella niña, en homenaje de Tegualda—¿No quieres?

Hueñuyún. No, que no en la luna, como á Lepomande, sino en la tierra verte quiero.

Tulcomara. Préstame tu cántaro, oh bella araucana, no me niegues este favor que te pido; invoco á tu belleza.

Hueñuyún. (Aparte). Parece fecundo el campo que he de cultivar (A Tulcomara). ¿Y no temes el castigo de Pillán?

Tulcomara. He de acabar la obra que inicié, y sobrevenga lo que quiera. Si Pillán me eastiga, Tegualda sabrá hacerse digna del mismo castigo; y si un amor puro embellecer en realidad puede, un brillo tal dará la luna entonces, que hasta el benéfico sol de envidia se llenará al vernos.—Préstame tu cántaro, oh bella niña. Préstamelo por el amor que algún dia debes de sentir en tu pecho virginal. Préstame tu cántaro, oh bella Gracolana.

Hueñuyún. ¿Y qué me das, si te lo cedo?

Tulcomara. Todo lo que pueda darte. Elige entre lo que no poseo, siendo triste verdad que nada más nombro mío que mi sér y mi simple nombre.

Hueñuyún. De amor exento no está mi corazón. Yo también amor siento avivar mis sentidos, rejuvenecer mi amor á la vida; y mi amor no puede ser correspondido. Amo sin esperanza de alcanzar el ideal de mi amor. Tal amor no comprendes tú.

Tulcomara. ¿Quién el dichoso objeto de tanto amor nombrarse puede? Dime, quien es; que apenas seré ulmén yo de Lauquén, haré desaparecer los obstáculos que te impiden llegar al alcance de tu ideal.

Hueñuyún. Jamás podré llamarle mio, si tú llegas á ser ulmén de Lauquén, esposo de Tegualda; pues el joven que á mí me interesa, cuyo sér me ha hechizado, eres tú, oh Tulcomara. Dame pues lo único que posees—dame tu sér y tu nombre.

Tulcomara. ¡Ay infeliz de mí! Tanta ignominia sobre mí lanzas tú, envilecida forastera?—Aléjate, no inmutes con tu hálito ponzoñoso el puro ambiente que Tegualda aquí á respirar en breve obligada se verá.

Hueñuyún. ¿Forastera vil me llamas? No soy tal objeto. Diosa