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te é invicto, ya sea uno visible en la tierra ó tan sólo uno que existe en la imaginación—un Chile que no morirá jamás, mientras á los hombres queden fuerzas retentivas. Es para el vencido mayor gloria vivir con honor después de muerto en la memoria de las generaciones venideras, que vivir vida esclava al lado de sus propios vencedores.—Desaparecerá Arauco, y desaparecerán los corazones que morada vivificadora eran de nosotros, los dioses araucanos.—Sí queridos hermanos, desapareceremos, pero no para siempre. Invadirán huestes forasteras las felices comarcas de Arauco, se regarán éstas por do quier con sangre humana, degenerarán los nuestros á fuerza de horripilantes atrocidades que en ellos se cometerán, é imperará en Chile perfidia, la venganza y talión. Será empero unos poco años solamente. Pues si bien el varón araucano jurará enemistad interminable á los conquistadores, no lo harán así las doncellas de Arauco; no se harán ellas las desentendidas para con las apiraciones amorosas de los forasteros. Nacerá de esa mezcla de mineral labrado y de uno burdo, no pulimentado aún, un nuevo mineral, un metal precioso, envuelto al principio en tosca escoria, una nueva raza con defectos varios, pero que con los continuos combates y rozamientos con otros, á que se verá obligada, se irá acrisolando, así como el fuego libra de la escoria al más bello de los metales, haciéndolo más sólido y más reluciente. En esas nuevas generaciones que en Chile se sucederán, prevalecerán los sentimientos inculcados por las madres: amarán á Chile y no á un país extraño que jamás han visto y que ni anhelan ver, y si por excepción llegaren á verle, lo estimarán en tanto, en cuanto lo merezca; pero no olvidarán jamás á su país natal por el extraño, no sobrepondrán éste á aquél; amarán las costumbres que de sus madres heredaron, y tornarán á amar á los dioses de Arauco, adorándolos sí bajo distintos nombres.—No te inmiscues, oh Pillán, en los combates que en Arauco se librarán. Todo ha de combatir en esta tierra, si vivir quiere fuerte; un pueblo que no ha menester precaverse de continuo contra enemigos forasteros, no puede ser siempre grande, está en vía de desaparecer de la tierra.—No impidas que mude también de hijos Arauco. No quiere el morador de estas comarcas salir de sus deslindes. Para que todas las tribus de esta faja de tierra lleguen á ser un pueblo grande y unido, es menester que una nación extranjera venga a ser el lazo para unirlos. Y á lo que un nuevo linaje, una sola tribu