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Tegualda. ¡Tulcomara!

Tulcomara. Así me llamo. No pertubaron tus hermosas pasiones tus fuerzas retentivas.

Tegualda. ¡Ay de mí! Es demasiado. ¡Oh dioses! ¡Valedme! ¡Hueñuyún, Hueñuyún!

Tulcomara. ¡Ah: ruin mujer hipócrita: Quita. No me toques. Allií te arrojo. ¿Esta es la fidelidad que me juraste? Aquellos juramentos de amor no eran para mí solo; no, eran para todos los varones. He oído decir que hay naciones, cuyos dioses tienen por pasatiempo primordial el adulterio. Será pues lícito éste también entre aquellos individuos que en la existencia de tales divinidades creen. Y tú estás por trasformar las costumbres de Chile, introduciendo en ellas otras que también sus adeptos encontrarán. ¡Salve! oh Tegualda, gran reformadora de las costumbres de la Ciudad Encantada. Gozará Lauquén de honores que hasta ahora le eran desconocidos. y tú, la hija del ulmén, eres la eminente iniciadora, cuyo renombre repercutirá de siglo en siglo por toda una eternidad. Me arrodillo ante esa grandeza tuya. Bendita eres, oh grande Tegualda, la excelsa innovadora boroana, la primera favorita de Lauquén. Yo, simple araucano, no tengo tanta presunción de que ose apropiarme lo que á todos los varones de Lauquén pertenece. Reniego de tí, te abandono, reina del nuevo ciclo que por crear estás. Lo hago empero con el pecho oprimido, pues creí un día que podría amarte.

Tegualda. (Se arrastra hacia él. ¡Hueñuyún! Apiádate de mí.

Tulcomara. No me toques, criatura, que aquí por el suelo te arrastras. No invoques á los dioses de Arauco. Tal blasfemia no la consiento. Te apartaste de los hábitos de Chile con hacer gala de costumbres forasteras. Me aparto pues también de tí, que mi orgullo es ser chileno. Existirá en adelante profunda sima entre tú y yo, y cotidiana peroración mía será el pedir con fervor, que la venganza de Pillán caiga sobre tí.

Tegualda. (Arrodillada). ¡Oh Tulcomara! Compasión te pido. Escúchame.

Tulcomara. (Lanzándola de si). ¡Aparta, vil callejera! No infectes con tus carnes deleznables la orla pura de mi vestidura! Maldita seas, execrable criatura, que con juramentos juega, cual niños con muñecos. De tí me vengará Hueñuyún, cuando á otros tus brazos vuelves á abrir. Compadeceré á todos los que en tus redes caigan, pero imprecaciones sin fin tendré para la araña que las tejió. Y si algún día llega-