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ESCENA VIII.
Tegualda. Colca.

Colca. Señora.

Tegualda. ¡Oh Colca! No vuelvas sobre tu antigua cantilena. Da al fin término á tu funesta pasión, ya que mi compasión con ella se está agotando.

Colca. Señora.

Tegualda. ¿Qué quieres?

Colca. Quiso mi desventura, que yo la hija del ulmén amara. Amo á mi ama con todo el fervor de mi pobre corazón. Es mi amor un amor sin esperanza, pero me agrada este amor y haré siempre el bien por el objeto de mi desventurada pasión. Quiero ver feliz á mi ama; pero ahora la veo al borde de un precipicio, y la he de salvar.

Tegualda. ¿Vienes á perturbar solamente, como por venganza, la diafanidad del cielo de felicidad que sobre mí su bóveda ha extendido? ó me dices la verdad para precaver resentimientos?

Colca. No miento, señora. Es verdad la hermana del amor, no el embuste

Tegualda Habla pues.

Colca. Primero permite hacerte una pregunta. ¿Estás segura del amor de Tulcomara?

Tegualda. Estoy segura. Siga tu interrogatorio

Colca. Te equivocas, Tegualda.

Tegualda. Es ineonmensurable la calumnia que profieres.

Colca. Tulcomara no pudo ir á robarte, donde le esperabas, porque en otra fuente le detenía una doncella que él precia de más hermosa y más atrayente que la hija de Mareguano.

Tegualda. ¿Cuál es el nombre de esa niña?

Colca. No sé decirlo, pero te conduciré á ella, para que allí sepas todo. Si vamos luego, la encontramos aquí cerca.

Tegualda. Vete tú adonde quieras, yo conozco otros medios, para proporcionarme la certeza que he menester. (Váse)

ESCENA IX.
Colca.

Ya está visto que todo mi afán de obtener á Tegualda, es en vano, y no me resta más que el estar alerta de que ella de nadie llegue á ser tranquila posesión. Para el des-