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chame más entre tus brazos, no los siento ya. ¡Tulcomara, adiós! Tulcomara! (Muere).

Tulcomara. (Resignado, después de largo rato de postración). AguÁrdame, Tegualda, que juntos nos presentaremos á las puertas de la mansión de los que cesaron de vivir en esta tierra.

ESCENA XII.
Tulcomara. Viene Colca; luego después Mareguano, Epulef y Lauco.

Colca. Aquí está la piel.

Tulcomara. (Hiriéndole con la lanza). Y ésta la remuneración que te mereciste. ¡Vil asesino!

Mareguano. ¡Para! Tulcomara.

Tulcomara. Aparta, anciano. Aquí de los dioses las sentencias se están ejecutando. (Se para cerca del cuerpo de Tegualda). Tegualda, ya que tu muerte talionada está, recíbeme en tus brazos. (Se hiere con el dardo).

Epulef. ¡Tulcomara! Muramos juntos. Es de Pillán y no de tí obra aciaga el juzgarte.

Tulcomara. ¿Amigos no sois de mi? Pues no me mortifiquéis con vuestros reproches. Mas bien enseñadme como querellarme de nuestra desventura.

Mareguano. ¡Ay de mí! Aquí á otro occiso reconoce mi vista.

Tulcomara. Es Tegualda, tu hija.

Mareguano. (Arrodillándose). Dime, ¿quien me la robó?

Tulcomara. (Indicando el cadáver de Colca). Que responda ése, á mí déjame en paz.

Mareguano. (Se inclina sobre Tegualda).

Tulcomara. (A Epulef y Lauco). Y vosotros amigos, ¿que os trae aquí?

Epulef. Lauco te lo dirá.

Lauco. Venimos á morir á tu lado, pues supimos que habías quebrantado tu juramento, motivando así la desaparición de la Ciudad Encantada.

Tulcomara. ¿Y á Arauco no queréis salvar?

Lauco. Es imposible ya. La extranjera planta, traspasando las márgenes del Butanlebu, ha profanado la tierra de Arauco. La independencia nuestra, así intoxicada, morirá lentamente. Todo afán por salvarla de las manos del asesino, no servirá sino para hacer más dolorosa aún su muerte, Oh,