Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/63

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 63 —

adiós, selvas benditas. El echol no olvidéis llevar para el viaje que á la mansión de los relámpagos emprendemos. Corramos. Sucumbamos libres, pero no esclavos.

Lauco. ¡Hola, Curaca, Chilcano, Pinol! Aquí traed esas ramas, para que en ellas llevemos á éstos á quienes solo vida les falta para seguiros.

Curaca. Aquí estamos á tu servicio con ganchos de boigue bendito.

Lauco. Arreglemos de estas ramas unas angarillas y en ellas pongamos á estos cadáveres.

Curaca. Son tres los que aquí muertos están ¡Picoldo, Ancamilla! Venid. A Colca reconozco aquí. Llevadle á la ciudad, que nosotros nos haremos cargo de éstos. En primer orden pongamos la que hija de Mareguano fué, á ella siga Tulcomara, y en pos de ambos vaya Colca. Cual séquito en nuestros funerales sirva el pueblo que á acostarse viene para nunca despertar. (Los tres muertos han sido colocados encima de las ramas y son llevados á la ciudad como queda dicho. Empieza oscurecerse. Miéntras el pueblo entra á la ciudad y durante toda la siguiente escena óyense tocar marchas fúnebres)

ESCENA XIV.
Mareguano solo

¡Tegualda, adiós! Regocíjate de tus funerales, que una tumba, cual tú la tienes en Lauquén, no la ha tenido mortal alguno, ni la tendrá jamás. Eres mi hija, y me enorgullezco de que contigo tanto honor se me haga. Oh Pillán sempiterno, tú eres justo y recto juez y tu sabiduría es imponderable. Cumpliráse tu voluntad: el último día de Lauquén ha llegado. No postergues la ejecución de la sentencia que sobre Lauquén pronunciaste: ya el enemigo cerca se presenta. No me dejes caer en las manos de aquéllos, por quienes, obedeciendo tus santos preceptos, he guardado siempre el menosprecio y rencor que el amor patrio de mí exigían. No me toquen las manos de aquellos huincas, que, no sabiendo valerosamente defender su causa con las armas en la mano, dieron con el arte de hacer mitimaes. En la insidiosa desmembración de los pueblos de Chile buscan ellos su victoria. Es la insidia que supeditar pretende al valor. Contra tales poderes eres tú impotente. Retírate por algún tiempo á los volcanes