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Lauco. ¿Y qué determinación ha tomado Mareguano?

Epulef. No se ha resuelto aún, qué partido tomar. Mas sabed: un inca acaba de morir, pero en lugar de uno se han apoderado dos del gobierno del gran reino de los que hijos del sol se nombran. Atahualpa y Huáscar, ambos, celoso el uno del otro, empuñaron las armas y arremétense sus huestes con iracunda pujanza.

Lauco. Alegrémonos pues en ese caso. En guerra fratricida ambos se debilitarán y jamás podrán sus huestes atenuadas afrontar los robustos brazos de los nuestros.

Epul. Así es de presumirlo. ¿Pero no han sido ofuscados millares de mitimaes, de bondadosos chilenos, por la benevolencia observada para con ellos por Yupanqui, de tal manera que en vez de aprovechar la ocasión de hacerse libres han ido i engrosar las filas de uno de los que se disputan el áureo trono de aquéllos que su cuna buscan en el fondo del cristalino lago quichua?

Lanco. Han sido ésas unas pocas tribus, amigos de la paz; pero ahí tenemos á los valientes pencones y cautines, bravos cuncos, mauleses y boroanos que á sus hermanos de los butalmapus de Arauco no cederán en valentía.

Epul. Ya lo han demostrado así. Apenas habia llegado á los regues de aquende el Butanlebu la noticia de la muerte del inca, se unieron todos los pueblos de Arauco, cayeron sobre los invasores y sostuvieron contra ellos una cruenta batalla á orillas del Maule que cinco dias duró, sin que á ninguno de los combatientes pudiera nombrarse vencedor. Mas, cansados los peruanos de medirse con los nuestros, abandonaron nuestras para ellos inclementes comarcas, volviéndose á su patria, de donde no volverán muy en breve á visitarnos en demanda de oro so pretexto de empeño civilizador.

Lauco. Acudamos pues al llamamiento que nos hacen nuestros hermanos del norte, no desatendamos el sublime ejemplo dado á todos nosotros, á quienes la alevosa planta de invasores vino á perturbar el apacible doméstico hogar. Aprestémonos para acudir al auxilio de los vencedores del Maule; pues vencedores fueron, ya que el enemigo cejó. Aunámonos con ellos, y unidos todos los chilenos exterminemos á todos aquéllos que, pretendiendo querer arrancarnos de una oscura ignorancia, por ellos inventada, vienen en alterar la paz de nuestros pacíficos valles, para encontrar aquí pasto para su insaciable codicia de riquezas

Una voz. Así es. Riquezas tiene Chile para los chilenos y para