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JULIETA Y ROMEO.
 

Yo hubiera muerto ya si la alegría
fuera mortal…—Señor, Dios infinito,
a eternidad tú sabes de mis penas,
de mis dolores el atroz martirio.
las noches que he pasado sumerjida
en llanto acerbo, congojoso, impío,
los dias que sin sol he contemplado
falto de sol el corazón marchito…
pues bien, si logro ver á mi Romeo
poco es aun, Señor, lo que he sufrido!

TALERM.

En la secreta trama de mis planes
con esperanza vaga yo me abismo.
Escucha bien, Julieta. Tu himeneo
del príncipe por mí ya es conocido,
y para unir rivales los dos bandos
con tu himeneo y vuestro amor confio.

JULIETA (sin atender á lo que le dice Talerm, y dominada por su idea fija.)

Y Romeo?

TALERM.

Y Romeo? Vendrá.

JULIETA.

Y Romeo? Vendrá. Cuando?

TALERM.

Y Romeo? Vendrá. Cuando? Muy pronto,

JULIETA.

Anciano, mucho tarda!

TALERM.

Anciano, mucho tarda! Aquí, yo mismo
vendré esta noche en nombre de Montecho
tu mano á demandar. Si hallar consigo
la unión en mi demanda de esos bandos
que en palenque Verona han convertido,
grande será la dicha que yo sienta,
grande será, Señor, tu poderío!

JULIETA. (triste).

Romeo no vendrá!

TALERM.

Romeo no vendrá! Pronto, hija mia,
le verás á tus pies, de amor rendido.
Confianza ciega ten en mis proyectos
que yo á tu dicha y bienestar aspiro,
Si una vida de estudios y vigilias,
de la ciencia arrancar me ha conseguido
secretos en el arte de importancia
á todos los demás desconocidos,
en la dicha labrar de los humanos
empleo al menos mi talento indigno,
Nada te asombre, pues, fuese cual fuese,
conocido ó recóndito, el camino,
que aquí escojiere yo, Julieta mia,
para llevar á cabo mis designios.

(Vase por el fondo.)





ESCENA IV.
JULIETA.
(Ha cerrado la noche. Julieta ha quedado absorta en una muda meditación, sin ni siquiera haber reparado en la salida de Talerm. Animada de pronto por un ruido que le ha parecido oir, corre lijera hácia la puerta secreta y se detiene confusa al verse defraudada en sus esperanzas.)

El es!… mi amor! Romeo!…—Ah! no, me engaño!

(Tornando melancólicamente al proscenio.)

Es el viento que ajita la enramada;
es la brisa que arrulla de las flores
los verdes ramos y las hojas gayas.
Ya no vendrá!—Cual siempre, dolorida,
aquí me encontrará la luz del alba,
cual siempre el sol sorprenderá en mis ojos
las golas de rocío de mi alma.—

(Acercándose á la ventana.)

Qué oscura está la noche, y que tranquila!—
Ya no vendrá, ya no. Vendrá mañana.—
Yo prenderé una flor á mis cabellos:
una flor! y qué flor?… Una guirnalda
será mejor. Me haré para él hermosa,
hermosa, sí.—Dios mió! cuanto tarda!—
Yo quisiera abrazarle una vez sola
aunque á morir al punto me arriesgara,
que si se hallara aquí, me mataria
al menos el amor, no la tardanza.

(Deteniéndose para escuchar.)

Oigo pasos!… él es!… él es!

(Se abre la puerta secreta. Julieta se precipita despidiendo un grito supremo.)

Oigo pasos!… él es!… él es! Romeo!





ESCENA V.
JULIETA, ROMEO.
(Romeo ha recibido en sus brazos á Julieta.)

ROMEO.

Julieta, vida mia,
por una eternidad en este abrazo
cien vidas á tenerlas yo daría!

JULIETA. (En voz baja y recostando su cabeza sobre el hombro de su amante.)

Temo morir de angustia y alegría!

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