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LA «ANTÍGONA»

ugolpe de hacha ni de haber sido removida la tierra por el azadón: el suelo aquél firme y escabroso... intacto, sin huellas de rueda, sin vestigio alguno por donde se pueda descubrir al culpable. Tan luego como el primer centinela de día nos comunicó la noticia, nos pareció á todos un prodigio funesto. El difunto se nos presentó no realmente sepultado, sino cubierto el cuerpo de menudísima tierra, como para evitar el crimen de impiedad[1], no viéndose rastro alguno de fieras ó de perros que hubieran venido á destrozarle. Inmediatamente comenzaron á lanzarse unos ¿t otros palabras de amenaza, acusando cada cual de los centinelas al otro. Ya estábamos para venir á las manos, sin que hubiera allí nadie que pudiera evitarlo; pero como cada cual parecía para los demás culpable y ninguno lo era manifiestamente, á todos nos salvó esta incertidumbre. Dispuestos estábamos á poner las manos en candente hierro, á pasar por entre las llamas[2], á prestar juramento


  1. Una ley de Atenas declaraba sacrilego al que pasaba por delante de un cadáver abandonado y no le cubría de polvo, Horacio, 1, Oda 28 y v. 23.
  2. Es tal vez éste el testimonio más antiguo que encontramos de la funesta superstición por