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X—LA NUEVA HESPERIA

Como su sombras colosales, en vela para recibirle, descuellan doce piedras de un florido palmar en la espesura; alzadas en torno de la inmensa ara de los sacrificios, semejan soldados de roca rodeando á su adalid.


Allí corónanle de fores y hojas de encina, y míticas danzas tejen mancebos y doncellas, mientras los guerreros entonan un cántico de bienvenida, de hinojos presentándole un cetro de marfil.


Sardo, que con él venía bogando desde la playa, endereza hacia Oriente la espumajosa quilla; Cerdeña, tus montañas, manantial perenne de plata y oro, conservarán su nombre escrito con nurhags' en vez de letras.


Reemprende Alcides la vía, y, dando á Barcelona el cetro de los mares, la asienta en la falda de Montjuich, gigante que, siempre en vela, mientras ella se espeja en las olas, con cien tronantes bocas ahuyenta el enemigo.


La montaña misma suminístrale para sus murallas piedra, que arrancan en grandes sillares á cuña y martillo; si alguno caedizo se presenta, desríscase, tilos y álamos tronchando á su paso.