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DE MARRUECOS. 103

de los transportes, no sin haber sufrido algunas pérdidas y considerables averías.

Nuestros soldados , pues, quedaban aislados en medio de un país enemigo y cayendo sobre ellos todos los elementos desencadenados ; no parecia sino que hasta la mar y el cielo se conjurában á una contra nuestra empresa. El ejército cristiano tenia que sufrir nuevas penalidades, tal vez hoeribles privaciones; no habia acabado de recorrer aun la senda de espinas que conduce al templo de la gloria, y por grande que fuera nuestra confianza en Dios, no podíamos evitar que en ciertos iustantes de abatimiento y pesadilla, cruzáran ante nuestros ojos el espectro sangriento del rey D. Sebastian y los despojos de la invencible Armada.

Pero si trabajos se iban á pasar por tierra, no menores nos aguardaban en la mar, y no poca parte de ellos le tocó á mi buque, He dicho que habíamos de remolcar una lancha cañonera, y ya la teníamos amarrada á popa, cuando al echar á andar, hubo de enredarse en el hélice el calabrote que la sujetaba, y arrollándose este iba á estrellarla sobre nosotros. Quebrábanse cual si fueran de caña los remos con que procuraban evitar el choque los de la cañonera, hasta que lograron cortar el calabrote 4 hachazos ,. dejándola salir sola y á la ventura.

Nuestra situacion era aun más crítica; el hélice, envuelto en aquella gruesa maroma, estaba inutilizado y no daba vueltas: nos veíamos, pues, sin propulsor, mientras el viento, que arreciaba, nos iba impulsando hácia la costa, que apenas distaria ya 60 brazas, y podíamos calcular el breve tiempo que nuestro buque había de tardar en estrellarse en las rocas.

¡Qué aspecto tan lúgubre presentaba entonces á mis ojos